Hombre carismático, inteligente, dinámico e hiperactivo; su paso por la política mexicana causó encendidas polémicas, supo atraer a una legión de seguidores que vieron en él, al líder capaz de cambiar el estado de cosas y su estadía en la administración pública, le conquistó adeptos, pero también un compacto grupo de detractores.
Aunque no nació en Nuevo León, su personalidad arrolladora y el auxilio a los nuevoleoneses en la construcción de diversas obras, hizo que la gente lo considerara de estos lares y no faltó quien los llamara "paisano". Si a lo anterior agregamos su arrastre con la gente, comprenderemos como en su periodo de gloria, fue el arquetipo, el paradigma, el hombre idolatrado.
Según escritos de esos años, ahora censurados, soterrados, se decía: "para Nuevo León es una obligación moral, pagar con honores a quien le ha traído, no sólo beneficios materiales, sino honra y nombradía… compartió con nosotros, nuestra propia vida social, significando de este modo, que con nuestro suelo, están vinculados sus afectos de hombre".
Anotaron sus apologistas: "sus actividades de ciudadano, la fuerza moral indudable que su elevada jerarquía y prestigio le prestan y en muchas ocasiones, sus propios recursos económicos, los ha puesto, con desprendimiento altruista, al servicio de la comunidad para la realización de obras materiales, cuyos beneficios disfrutan actualmente diversas poblaciones del Estado y de un modo preferente, esta ciudad de Monterrey, a cuyo prestigio, desarrollo y nombradía ha cooperado en los últimos años".
Fue tal su presencia política y personal que sus partidarios solicitaron al H. Congreso del Estado, se le declarara ciudadano nuevoleonés e hijo predilecto del Estado, de acuerdo "a sus méritos indiscutibles y sus eficaces y generosas actividades civiles en beneficio de nuestro pueblo". Ante la avalancha de organismos públicos y privados que apoyaron la iniciativa promovida desde el palacio de cantera rosa por el Gobernador del Estado, los diputados locales acordaron darle pronto trámite.
La iniciativa pasó a la Comisión de Gobernación del H. Congreso del Estado, cuyo dictamen en el segundo punto acotó: el estado de Nuevo León tiene la obligación moral de pagar con honores, a quien voluntariamente ha querido traerle honra, a más de muy marcados beneficios materiales y por tal razón, en méritos de estricta justicia, otorgar el Estado, el título de ciudadano a un hombre digno y que ha trabajado por el engrandecimiento y prosperidad del mismo, sería la recompensa moral más grande que pudiese conferirle".
En el quinto punto, continuaron las loas para el político: "Nuevo León como pueblo culto y progresista, sabe y ha sabido siempre, justipreciar los valores morales de aquellos hombres públicos, que se han significado por su inquebrantable empeño en prestigiarlo y enaltecerlo y es justo que en esta vez, la recompensa moral no se haga esperar, para quien, desde hace mucho tiempo, viene siendo digno y merecedor de ella y para los patriotas no hay, ni puede haber fronteras de entidades federativas, ya que la Patria entera los reclama".
En la sesión donde se discutió el asunto, el ambiente era avasallador, la maquinaria oficial funcionó a la perfección; un diputado pasó a la tribuna y dijo:"sería extemporáneo referirme a sus actos actuales, actos que son bien conocidos por todo nuestro Estado y a la vez por la mayoría de nuestro país, actos que siempre han estado basados en el más estricto deseo de servir a su Patria y es por ello compañeros, que seguro de interpretar la voz de mi distrito, que me honro en representar, me uno al criterio del dictamen formulado y a la vez pido vuestra aprobación".
La votación de los legisladores fue unánime y se acordó además, entregarle un pergamino con el decreto respectivo; eran tiempos de euforia y la ceremonia en la sesión solemne, rebasó todos los límites, el hombre estaba en la cúspide de su carrera política.
Negros nubarrones siguieron a los días de esplendor, su posterior actuación, contrarió los cánones establecidos y se opuso a los designios del Presidente de la República; su estrella se opacó, surgieron enemigos por doquier y pidieron se derogara el decreto donde lo declararon ciudadano nuevoleonés e hijo predilecto.
Se cuestionaron las obras materiales que había realizado, pues solo sirvieron para beneficiar a familiares y amigos y sobre su desprendimiento altruista, lo tacharon de argumento pueril: "porque en ninguna parte del país, hay una sola obra que haya realizado de su propio peculio, todas fueron hechas con dinero de la Nación y en ellas no se destacó jamás, un desinteresado propósito de servir a este pueblo, sino un inmoderado afán de lucro".
La rueda de la fortuna había girado, amigos y partidarios le dieron la espalda, algunos hasta maldecían su nombre y negaron todo nexo con él.
Si usted, estimado lector, esta pensando que este personaje es Carlos Salinas de Gortari, lamento decirle que no, la gratitud y su contraparte la ingratitud, aquí descritas, se refieren al Gral. Juan Andrew Almazán que el 26 de mayo de 1930, fue declarado por el H. Congreso del Estado, Ciudadano Nuevoleonés e Hijo Distinguido, para luego derogar dicho decreto el 11 de agosto de 1939, ¡oh! política tan veleidosa, tú das, tú quitas.