Recordar a personas que se significaron por sus aportes a la comunidad es un deber ineludible, es así como se enaltece a hombres y mujeres distinguidos en las diferentes facetas de la vida; unos han hecho profesión de fe política, otros en el campo de las letras, artes, deportes, beneficencia, en la creación y conducción de empresas e industrias o al sobresalir en el campo de su especialidad u oficio.
La cotidianeidad impone sus reglas, el ajetreo diario se limita en muchas ocasiones a la simple aventura de lograr la supervivencia para sí y los suyos, sin embargo, hay personas deseosas de salir de la rutina, la monotonía y se lanzan en busca de la satisfacción espiritual con el deseo de conocer más, de ser más, tal vez, sin tener como meta la trascendencia, que veleidosa llega sola y como justo premio a quien se ha significado por su contribución a la comunidad.
Algunos de estos personajes ocuparon las páginas de los periódicos, fueron la comidilla del día en el cotarro político o gozaron de la gloria del reconocimiento a su talento artístico; otros, poco a poco fueron cincelando su nombre en la superficie pétrea de una sociedad a veces incomprensiva, donde la desmemoria supera en mucho al recuerdo y a la gratitud.
Labor noble y callada fue la del sabio, humanista y filántropo Dr. José Eleuterio González "Gonzalitos", así como la del ingeniero quién trocó su título por el de Maestro: Miguel F. Martínez, también las faenas de los escritores Rafael Garza Cantú, Hermenegildo Dávila, Héctor González y muchos más que sería prolijo enumerar.
Pero, si existe una labor noble y callada en algún quehacer ligado a las disciplinas sociales es el de la archivística, que es la tarea de, catalogar, inventariar, resguardar y conservar los documentos emanados de la función pública o también la privada y ponerlos en condiciones de ser consultados por investigadores, funcionarios, profesores, estudiantes u otros miembros de la comunidad.
Esta mística la encontramos desde la génesis del Nuevo Reyno de León, sobre todo con el propósito de tener a la mano los documentos importantes y necesarios para transacciones mercantiles, juicios civiles y penales, administración gubernamental y demás actividades propias de diputados, gobernadores, alcaldes, jueces, escribanos, notarios y la ciudadanía en general.
Algunos macizos documentales de gran valía se perdieron por diversos motivos: inundaciones, rebeliones, sin olvidar el saqueo, innoble y furtiva actividad practicada por personas sin escrúpulos, que venden a coleccionistas extranjeros y locales el producto de su pillaje.
Sin embargo, podemos considerar que los archivos nuevoleoneses son ricos por la cantidad y calidad de sus documentos y en general están bien conservados.
El origen de esa pasión y filosofía de la conservación documental, la encontramos en el cariño y amor que muchas personas con el modesto título de archivistas han mostrado por los viejos y amarillentos papeles.
Dos golpes bajos reciben los archivistas nuevoleoneses en los últimos días: la injustificada separación de la historiadora Margarita Domínguez quien fungía como directora del Archivo Municipal de Monterrey, ordenada por el "Hitler de barriada" Adalberto Madero y el otro es la falla de la climatización del Archivo General del Estado desde hace varias semanas, lo que perjudica seriamente a los valiosos documentos históricos y al desarrollo de las labores propias de los archivistas.
Dos hechos reprobables: uno por autoritarismo mal entendido y el otro por la incapacidad en la gestión.
¡Vaya amor a la historia de ambos personajes!