Atentar contra las áreas verdes de la ciudad no es un acontecimiento nuevo en la historia regiomontana, el Gral. Bernardo Reyes, gobernante ejemplar en muchos sentidos, mutiló la Alameda, dejando tan solo la mitad de la extensión original, que con visionaria grandeza le había asignado, otro no menos ejemplar mandatario, don Santiago Vidaurri.
Reyes mandó construir la penitenciaría en la esquina noroeste de las actuales calles de Aramberri y Pino Suárez; la reducción de la Alameda le causó severas críticas por parte de sus malquerientes políticos, aunque don Bernardo lo justificó, con el argumento de que era muy grande para población tan pequeña, sin embargo, los peores señalamientos fueron en el sentido de edificar una cárcel frente a un lugar de recreo y esparcimiento.
El resto de los terrenos fueron vendidos a particulares y lo mismo pasó cuando se demolió el edificio, al trasladar el penal para el rumbo del Topo Chico; en la década de los 40´s del siglo XX; otras plazas corrieron igual suerte, al ser enajenadas para obras públicas o privadas y se despojó a los regiomontanos de áreas verdes o lugares de descanso.
Recordemos la polémica suscitada cuando en el tradicional camellón de la Calzada Madero, fueron eliminadas sus simbólicas palmeras por "el atila urbano" de apellidos Ortiz Certucha.
El rubro de parques y plazas públicas no ha sido muy socorrido por los funcionarios municipales, ni estatales; la presión de la ciudadanía ante el abandono y descuido, hacía que las autoridades les dieran su manita de gato y es hasta los últimos años cuando se les ha puesto atención, ante las exigencias del pueblo y los medios de comunicación.
Rodrigo Mendirichaga en su magnífico libro Los cuatro tiempos de un pueblo, dice acerca de la Gran Plaza y de su impulsor Alfonso Martínez Domínguez: "la disponibilidad de áreas verdes también preocupó al mandatario, quien afirmaba al primer año de gobierno, que Monterrey cuenta apenas con medio metro por persona destinado a áreas verdes, comentando que en el país es seguramente de las más atrasadas y agregaba que el promedio aceptado universalmente es de 7 metros cuadrados por habitante".
Martínez Domínguez adquirió 100 hectáreas para darle forma al Parque de La Pastora, 900 más para el parque La Estanzuela, permutó terrenos con la Secretaría de la Defensa para el parque Niños Héroes y construyó la Gran Plaza con grandes espacios para jardines.
Este último espacio estuvo a punto de ser mutilado en el periodo del "bufonato" cuando Benjamín Clariond, con el propósito de abonarle a la deuda del Estado, trató de entregar terrenos de dicho parque a particulares; acción decretada por la Legislatura en turno, cuyos integrantes, en ese momento, estaban sumamente atareados en la cuestión política y se les pasó la pelota entre las piernas, o no se dieron cuenta, se hicieron los desentendidos o se les impuso la línea partidista sin chistar.
Con justa razón Martínez Domínguez alzó en aquella ocasión su airada voz, desde su bunker de la colonia Bosques del Valle, "son fregaderas" fue lo menos que dijo en público, ante la falta de sentido común del "Benjas", quien cargará para siempre en su espalda, la loza de haber querido desmembrar la Gran Plaza, error histórico imposible de sacudir.
La Gran Plaza es un área de vocación popular, al igual que la Alameda, vaya a dar una vuelta en domingo, estimado lector y lo comprobará, los "motorizados", la observamos y disfrutamos desde el automóvil; no permitamos jamás su mutilación, luchemos por su conservación y embellecimiento, ignorando las opiniones pueriles en su contra, alejadas del razonamiento popular y carentes del tan necesario sentido común.