“Nunca fuimos abstención ni indiferencia”
Arturo Martínez Nateras
La conmoción fue general, en el pueblo no se hablaba de otra cosa, los ánimos se caldearon al máximo, la división de opiniones en el seno de las familias fue muy común, unos se lanzaron con todo para acallar los desvaríos revolucionarios de mozalbetes que no completaban el cuarto de siglo de edad cronológica, en su atrevimiento por cambiar el estado de cosas prevaleciente en el País; otros en cambio, los apoyaron con firmeza, a pesar de las amenazas verbales y físicas.
Aquel movimiento se debió a la toma de conciencia política por parte de los jóvenes, impulsados por el triunfo de Fidel Castro al frente de sus barbudos en la Revolución Cubana y su viraje al socialismo, hecho que se festinó al máximo en todo el mundo; incluso los medios de comunicación estadounidenses fueron su principal caja de resonancia.
Al inicio de la década de los sesenta del siglo veinte, grupos de muchachos mexicanos se movían cadenciosa y sensualmente con la música y canciones del rocanrol, otros consideraban a ese movimiento musical como enajenante, producto del imperialismo yanqui, mientras nutrían su pensamiento con la lectura de libros marxistas, de las páginas de las revistas mexicanas Siempre! y Política o escuchando las transmisiones de Radio Habana Libre.
Se organizaron grupos de estudios políticos, clubes y asociaciones de amigos de la gesta cubana y así en el año de 1960, el viejo y clandestino Partido Comunista de México se reorganizó después de la represión contra ferrocarrileros, médicos y maestros orquestada por el régimen de Adolfo López Mateos; uno de sus objetivos fue activar a la Juventud Comunista con el propósito de captar a cientos de estudiantes e incluir a los jóvenes obreros y campesinos.
En Sabinas Hidalgo, Nuevo León, un puñado de jóvenes izquierdistas fundaron y llevaron el timón del Club Demócrata, entre ellos Francisco S. Leal Guzmán, Celso Garza Guajardo, Luis Lauro Escamilla Martínez, Ricardo Oziel Flores Salinas, Benito Ríos, Juan Durán Montalvo, José González Santos, Jesús Mario Garza, Ezequiel Chapa Durán y otros, donde analizaban y discutían la problemática de la Revolución Cubana, debatían los postulados del socialismo y trataban de influir en el ánimo de la juventud, en la tarea de buscar mejores horizontes para México.
Pronto vieron la necesidad de ligarse a otros jóvenes inquietos en la ciudad de Monterrey, encontrando campo propicio en los muchachos de las logias masónicas, en el seno de las Juventudes Priístas, organización cuyos dirigentes se alineaban con el Ala Izquierda del PRI, representada por conspicuos intelectuales, pero su derrotero final lo encontraron en la Juventud Comunista, tras la guía y orientación del también sabinense Máximo de León Garza, Secretario General del Comité Estatal del Partido Comunista en Nuevo León.
Como integrantes y simpatizantes de las clandestinas asociaciones denominadas Juventud Comunista Mexicana y Partido Comunista Mexicano, bombardearon a Sabinas y a la región, con actividades culturales, pintas y pegotes, dando rienda suelta a sus inquietudes en el periódico “El Demócrata”, auspiciado en sus inicios por la Presidencia Municipal.
Para el grueso de la población, no pasaban de ser unos locos, extravagantes, soñadores e ilusos, pero había adultos quienes los apoyaban, ya sea por convencimiento, por ser un ejemplo de lo que ellos no pudieron hacer o por no quedar mal parados si acaso triunfaba la revolución socialista.
En el regiomonte se ligaron con el Movimiento Estudiantil Democrático que lideraba Arturo Delgado Moya, organización juvenil prohijada por el Partido Comunista en Monterrey. El Club Demócrata de Sabinas, el Movimiento Estudiantil Democrático, y la Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad –filial de la Gran Logia Masónica- con Sócrates Cuauhtémoc Rizzo García a la cabeza del Movimiento 13 de Septiembre, se dieron a la tarea de organizar el Primer Festival de la Juventud y los Estudiantes Neoloneses por la Paz, la Amistad y la Liberación Nacional, contaron además con la solidaridad y el apoyo de distinguidos intelectuales locales y nacionales.
Redactaron un manifiesto –Llamamiento- que es toda una joya en los anales de los movimientos juveniles y se dieron a la tarea de invitar a las sociedades de alumnos de las escuelas preparatorias y facultades de la Universidad de Nuevo León, escuelas Normales y a los jóvenes en general. La tarea propagandística fructificó y para el 13 de abril de 1963, se apersonaron en Sabinas Hidalgo, más de medio millar de jóvenes que asistieron al evento a bordo de diez autobuses conseguidos mediante apoyo económico del Gobierno del Estado, otros fueron en vehículos particulares o en autobuses de las líneas que cubrían el trayecto Monterrey-Sabinas. La sede fue la Escuela Primaria Profr. Margarito Martínez Leal del Barrio de Sonora, facilitada por el solidario y entrañable director Profr. Modesto González.
El pueblo estuvo en ebullición debido a la intensa campaña realizada por la Cruzada Regional Anticomunista, la en ese tiempo famosa CRAC, la Asociación Democrática Mexicana –ADM- y otras agrupaciones similares, apoyados por los periodistas caracterizados por ser enemigos acérrimos del régimen castrista y que hicieron del anticomunismo su modus vivendi por muchos años; en el cotarro estudiantil se manejaba la idea de que estos grupos eran financiados por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, la embajada estadounidense, la Alianza Para el Progreso, por los cubanos exiliados o por los reaccionarios mexicanos, éstos, en cambio justificaban su actuación, según ellos, en lo mejor de las tradiciones y costumbres mexicanas y en un exacerbado nacionalismo.
La propaganda anticomunista inundó la población, volantes, revistas y carros con equipo de sonido, exhortaron a detener "el avance del oso ruso"; a "evitar que las garras soviéticas despojaran a las familias de sus hijos"; a "no dejar que el ogro socialista acabara con la propiedad privada" y a grito abierto pregonaron que: “Sabinas no será la letrina del comunismo”, en fin, a "no permitir el avance de ideas subversivas en un pueblo de hondas raíces mexicanas como Sabinas Hidalgo".
La difusión en la prensa y radio de Monterrey, además de la realizada con persistencia en Sabinas, rindió sus frutos al citarse a varias manifestaciones por las calles de la población, donde una multitud de personas se comprometieron a no dejar que el "comunismo y los vendepatrias de sus dirigentes mexicanos hicieran de las suyas"; no faltaron los acarreados, personas obligadas a asistir por sus patrones, ni tampoco estuvieron ausentes el regalo de "lonches", refrescos y bebidas espirituosas.
Lejos, muy lejos, estaban aquel puñado de jóvenes, de ver la magnitud de la reacción que habían despertado con su convocatoria al Primer Festival de la Juventud y los Estudiantes Neoloneses por la Paz, la Amistad y la Liberación Nacional; la efervescencia era tal, que al iniciar las actividades culturales y políticas de ese día 13 de abril de 1963, una enorme manifestación se dirigió a la sede del evento, para evitar su realización; sobresalía una turba de "lumpen proletarios", entre ellos varios golpeadores, prestos al combate físico.
Esta fuerza tomó por asalto el lugar y destruyó obras de arte, instrumentos musicales, libros, revistas, retratos de Lenin, Marx, Mao, el Che Guevara, además de los de Juárez y Carranza "por andarse juntando con comunistas" según chascarrillo que luego circuló en la población; la oportuna intervención del coronel Miguel Bravo Carpinteyro, inspector de la Policía Estatal, quien a cartucho cortado detuvo las tropelías, evitó daños físicos a los participantes del Festival y ordenó su traslado a Monterrey en camiones de redilas.
Este hecho, conocido después como "El Sabinazo" lo han marcado los historiadores de los movimientos estudiantiles posteriores, como el inicio de la rebeldía estudiantil que culminó con las masacres del 2 de octubre en Tlatelolco y la del 10 de junio de 1971, en el trágico “Jueves de Corpus”; vale la pena reflexionar sobre dicho acontecimiento, recoger los testimonios de actores directos e indirectos y plasmar aunque sea una parte en este libro, esa enorme experiencia del romanticismo revolucionario de la década de los sesenta del siglo veinte.
El tiempo, ese gran dictador apacigua las pasiones, aligera o elimina los enconos y resentimientos, serena los ánimos, da paso a la nostalgia, a la añoranza, al saudade como dicen los portugueses y después del paso de varias décadas, algunas de las cabezas visibles de ambas facciones con el paso inexorable de muchos días, meses y años, se han reconciliado al cambiar las circunstancias políticas, tanto del mundo como personales, algunos hasta compadres se hicieron y otros todavía guardan en su ánimo aversiones y resquemores, aunque casi la totalidad de los participantes de las partes en pugna rememoran el Sabinazo con un dejo de orgullo.
Sabinas Hidalgo, N. L. 13 de abril de 2013. “Cincuentenario del Sabinazo”.
Héctor Jaime Treviño Villarreal