Disfrutar el poder es muy agradable y más cuando se llega a él con el noble propósito de servir a nuestros semejantes, de darle solución positiva a los diversos problemas que a diario se suelen presentar, de poder extenderle la mano amiga a quien lo necesite, de presentar la mejor de las sonrisas, brindar excelente trato a quienes nos rodean; en resumen, de cultivar las buenas relaciones humanas, olvidando viejos agravios y tratando por igual a todos sin importar sus creencias religiosas, ideologías políticas, posiciones sociales, preparaciones académicas, etc.. Como resultado de ello, quienes detentan el poder, se sienten realizados, a la vez que muy satisfechos de sus actuaciones en el desempeño de sus funciones; porque ostentar el poder es un orgullo, un alto honor aunado a una gran responsabilidad, dependiendo que al final de la jornada se cosechen buenos o malos recuerdos de quien ejerció el poder en cualquier cargo, por más simple que éste sea.
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