Para muchos padres las vacaciones escolares resultan una etapa complicada. Los hijos ya no tienen los deberes y tareas que los mantenían “trabajando” controladamente en los hogares. El tiempo pasa más lento, los intereses familiares se transforman y el calor del verano hace que cambie la rutina diaria.
Son vacaciones y los niños están en casa. Esto puede ser un problema aunque también puede ser una ventaja. Hay muchas actividades que como familia pueden desarrollarse en vacaciones sin necesidad de que los niños tengan que ser inscritos en cursos de verano o campamentos que han surgido últimamente y que desgraciadamente algunas veces funcionan más bien como guarderías improvisadas para suplir las funciones de la escuela en el horario de trabajo de papá y mamá.
Este es el momento en que los padres pueden convivir más tiempo con sus hijos, salir a caminar, visitar a algún familiar, ir a espectáculos, leer algún libro interesante, o desempolvar y utilizar el juego de mesa que se compró en navidad.
Como mencioné, en últimos años han aparecido muchas opciones de cursos de verano y campamentos que son ofrecidos por instituciones serias y comprometidas con la educación; sin embargo, aunque su finalidad es fortalecer la creatividad y desarrollar la personalidad de los jóvenes, también es cierto que los niños ya afrontaron durante todo el año escolar el aprendizaje de un cúmulo de conocimientos muy importante, se vieron llenos de tareas, repletos de trabajo en equipo, colmados de presiones y competencia. Desde esta perspectiva un mes de “respiro”, más que perjudicar, les puede beneficiar mucho.
Los seres humanos necesitamos descanso, relajarnos, despejar nuestra mente de compromisos, de presiones laborales, de tareas y de horarios rigurosos, pero hasta para disfrutar del tiempo libre es importante “aprender a hacerlo”.
Un niño que crece en un ambiente de trabajo en el que sus padres van y vienen de un compromiso a otro, en el que las vacaciones son vistas como una pérdida de tiempo, en el que lo más importante es obtener un beneficio de cada minuto a costa incluso de la propia salud; muy probablemente interiorizará ese “estado de cosas” y lo utilizará como un referente para ir construyendo su propia vida.
Los maestros nos encargamos de enseñarle a nuestros alumnos a aprovechar el tiempo en la escuela, a “sacarle el jugo” a cada minuto que se pasa en el salón de clases para optimizar los resultados académicos.
Por su parte, los padres tenemos la responsabilidad de enseñarles a nuestros hijos a disfrutar su tiempo libre. Nótese que no escribí “aprovechar” sino “disfrutar”.
Si queremos que nuestros hijos sean adultos sanos que sepan disfrutar de la libertad, sepan saborear la vida y los momentos de descanso, hay que enseñarles desde niños.
Nuestra vida moderna nos ha ido bloqueando hasta la posibilidad de disfrutar del poco tiempo que tenemos libre. Tenemos como padres la responsabilidad de enseñar a nuestros hijos a saborear cada instante que se tiene de libertad, enseñarlos a paladear cada minuto que se gana después de cumplir con el deber y enseñarles a compartir esos momentos con su familia y sus seres queridos.