Aunque usted no lo crea, hay políticos honestos, honrados, preparados y muy buenos administradores.
También los hay, totalmente inútiles, duros como una roca, impenetrables, con una instrucción exagerada, que presumen de saber todo y solamente consiguen engendrar soberbia.
Hay necios que dicen cosas pequeñas con palabras grandes, para que nadie o pocos le entiendan y la mayoría se vaya con el engaño; y otros humildes, sencillos, sinceros que con palabras chicas expresan cosas grandes.
No pueden faltar las estrellas relucientes, pero muy lejanas, inalcanzables, en el infinito, muy lejos del díalogo, del saludo o convivencia con la gente, en ocasiones ni con el vecino al que sólo ven y escuchan en tiempo de elecciones.
Ah, pero mucho cuidado con elegir a quien le interese ser más payaso, que eficiente, porque tiene más desarrollada su vanidad que el espíritu de servicio, lo bueno es que son fácil de identificar porque cuentan con otra peculiaridad: no son muy generosos.
Es más, me han contado que en el medio existen corruptos de diferentes niveles, unos de cuello blanco y otros no tanto, y esos no tienen siglas ni amigos, sólo nombres, apellidos y nada de vergüenza.
Por lo anterior, la ciudadanía expresa: ya no hay en quién confiar; y desconfiar es común, pero no es justo, porque se descuentan puntos en el ascenso de la vida al perderse la credibilidad.
Claro, no es fácil obtenerla de la noche a la mañana, no se compra con regalitos ni metiendo al bote a un defraudador de la confianza que le brindaron de manejar el erario o recursos de todos nosotros.
Es lo que tú, o mi corazón te dicte o me dice, es la convicción que late dentro de nosotros, es la fuerza interior que mueve montañas, y nos arroja a ver la paciencia, la tenacidad, la tolerancia, la bondad y a renunciar a todas las cosas inútiles.
La confianza, credibilidad, son valores que se ganan con el tiempo, actos heroicos o con una generosidad permanente, no con revanchismos, menos denigrando al adversario para lograr ascender.
La política es el arte de servir, no de servirse y buscar un puesto público para salir de errores pasados, eso es sumar otro error.
Para concluir, sólo los amargados no reconocen que dentro de tanta desconfianza hay quien puede sacarnos del bache donde estamos, el trabajo es dar con ellos, analicemos su personalidad porque siempre habrá políticos con deseos de honrar a su familia, a su patria y ocupar un lugar muy especial en la historia, en pocas palabras, con convicción, sólo hay que cuidarnos, repito, de los oportunistas convenencieros que no les importa nada, sólo adquirir el poder por el poder mismo, dejando a un lado sus ideales, perdiendo ellos la dignidad, y la ciudadanía, la confianza; y eso sí es muy grave, reflexione su voto.