Desconozco si sea una condición del género humano, pero al menos quienes me rodean son muy dados a realizar tareas no muy acordes con su capacidad, me imagino que les gusta retar a la adversidad, porque al cojo le gusta correr, al tartamudo dar conferencias, al débil visual leer y al que menos instrucción académica posee le han dicho escritor y lo peor de todo es que a veces se la cree.
De estas últimas personas puedo asegurar que no se consideran peritos en la materia, pero ven tan cerca el final de su existencia que quieren dejar constancia de su paso por la vida por medio de sus memorias.
Estas personas están muy cerca de escribir o publicar cuando menos un folleto y de paso cumplir con la máxima de la vida que es: tener un hijo, sembrar un árbol y escribir un libro.
Cabe mencionar que cada escritor es un caso distinto, hay de los que reflexionan con mucho cuidado el tema que van a tratar, pensándolo varias veces, además cuándo y dónde lo van a escribir, si en la oficina, en el carro, en la noche, en el día, etc.
En otras palabras hacen planes precisos, especulan variantes, trazan croquis y sinopsis, bosquejan o definen personajes y hasta situaciones.
Es más diseñan la estructura o formato, determinan y afinan el estilo, corrigen meticulosamente cada párrafo, nunca pasan a otra página si no le dan 10 o 15 repasadas y de esa manera cuando ya van a pasar de la teoría a la práctica, el tiempo se ha pasado y todo queda en nada; los alcanza la demencia senil o Dios se acuerda de ellos.
En otros casos aparece un escrito que requiere muchas correcciones y por desgracia es factible salga un material incompleto, revuelto y hasta confuso, que en el mejor de los casos, solo sirve de información.
El buen escritor, según los expertos pierde, en beuna medida, la noción de sí mismo y el entorno que los rodea, se concentra tanto que se transporta o se instala en una dimensión más allá del tiempo y del espacio, en el terreno de los hechos o como lo definen los poetas, en el balcón de la eternidad.
Hasta donde he podido observar, lo que importa es el resultado ya sea por instinto creativo o labor intelectual, Alfonso Reyes decía que “para la buena lectura se requiere de un 60% de inspiración y el resto de nalgas”, así las cosas, lamentablemente no son muchos como uno quisiera, los que se mantienen sentados largo tiempo corrigiendo un texto hasta llegar al objetivo: El gran tema y la palabra justa.