En Venezuela se respeta la figura del cronista, a través de su oficio y/o de su profesión. El cronista investiga, aprende, educa, informa, forma, es un maestro popular. Así como nosotros que conmemoramos el día del cronista el 30 de agosto, ellos tienen el 20 de mayo como la fecha instituida por la Asociación Nacional de Cronistas Oficiales de Venezuela. Se ha tomado este día, en homenaje al escritor, historiador y cronista Enrique Bernardo Núñez, quien nació en la ciudad de Valencia, el 20 de mayo de 1895 y fue designado el 15 de diciembre de 1945, como primer cronista de la ciudad de Caracas y por ende, primer cronista oficial de Ciudad de Venezuela. Don Enrique dio a Caracas sus más caros anhelos, retrató la ciudad en su siempre recordada e inmortal obra “La ciudad de los techos rojos”. Entre los suyos es recordado por su trabajo como secretario general de gobierno, director del periódico “El Heraldo de Margarita” y por haber ofrendado su intelecto en esta “tierra del afecto entrañable” al escribir su novela “Cubagua”.
El Congreso Nacional de Venezuela a través de la Ley Orgánica de Régimen Municipal, sancionada el 14 de junio de 1989 y publicada en la Gaceta Oficial con fecha del 15 de junio de 1989, transformó el cargo de Cronista de la Ciudad en Cronista Municipal y se obliga al Municipio, a través del artículo 187 a designar un Cronista: “en cada municipio habrá un cronista, cuyas funciones y requisitos de idoneidad para el cargo se establecerán en la Ordenanza”. La Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela sancionó la Ley Orgánica Municipal publicada en Gaceta Oficial el 8 de junio de 2005 y es a partir de allí cuando se establece que el Cronista constituye un órgano auxiliar del Concejo Municipal, conjuntamente con el Síndico Procurador Municipal y la Secretaría del Concejo. Es decir, lo consideran como parte del cabildo.
La legislación bolivariana considera al cronista como un “contador de historias” o “el escritor que narra acontecimientos de interés histórico” y no como el simple relator de hechos, recopilador de fuentes o escritor costumbrista de su localidad. Para ellos la labor del cronista supera y trasciende las labores administrativas de los municipios, pues algunos no han comprendido su real dimensión humana y profesional; no han entendido que su interés está centrado en investigar y difundir la historia del municipio. Por ello, su trabajo no puede ser utilizado con fines políticos, ni para intereses de personas o grupos. En su justa dimensión, es un ciudadano cuyo esfuerzo se centra en investigar, recopilar, archivar y difundir la historia de su comunidad y ofrecer sus conocimientos a la comunidad de su ámbito territorial y muchas veces a otras comunidades aledañas, apegado siempre a normas de conducta y moralidad demostrativas de los más claros valores comunitarios, que le dan la autoridad para investigar, preservar y defender el patrimonio cultural comunitario.
El cronista, a través de su oficio y/o de su profesión, preserva en el espacio y en el tiempo el conocimiento histórico comunitario para transmitir de generación en generación las raíces históricas y el quehacer de los ciudadanos de una comunidad determinada. Ser cronista es estar identificado integralmente con la comunidad donde habita, sentir sus fracasos, sus equivocaciones, compartir sus vivencias, su cotidianidad, sus triunfos, sus tristezas y sus alegrías.
Faltan los relevos generacionales aquí en Nuevo León. Hacer que todos los cronistas municipales asistan a nuestras reuniones, al menos una vez al año, promover el nombramiento de cronistas en municipios donde no los hay, como ocurre en Juárez y Guadalupe. Definir las funciones del cronista. Participar en movimientos civiles que también defiendan nuestra labor. Hacer crónica urbana y también hablar de aspectos ya sea políticos, económicos y sociales. Salir de nuestra esfera y difundir nuestro trabajo en las redes sociales y en los medios de comunicación. Ver que los cabildos entreguen nombramientos, pues cuantos de lo que somos no nos han reconocido en las actuales administraciones llamadas pomposamente “gobiernos municipales”, pero también escribir y explorar nuevas temáticas a nuestros estudios. Ser un grupo más compacto y solidario, capaz de defender los intereses de uno como el de los 51 municipios existentes en Nuevo León, al igual que integrar a los cronistas honorarios, eméritos y bienhechores.
La crónica no tiene por qué hacerse desde el gobierno, ser cronista no es un título, sino un espíritu, afirma Guillermo Tovar y de Teresa; la crónica tiene doble dimensión y múltiples lecturas, dijo Octavio Paz; la crónica no le pertenece a nadie, es algo que debemos hacer entre todos, confirma José Emilio Pacheco. La crónica da cuenta de los actores, de los movimientos sociales y las luchas de los grupos minoritarios. La crónica ya dejó de ser frívola y retrospectiva, señala Carlos Monsiváis. La crónica quiere volver a Herodoto: narrar lo sucedido para que no se desvanezcan con el tiempo los hechos de los hombres y para que no queden sin gloria grandes y maravillosas obras, nos dijo Luís González y González. Sistematizar el chisme disperso, resume el alud de noticias que día a día genera la acción individual y solidaria de las comunidades. La crónica da la identificación y el amor propio que debe existir en toda comunidad humana.
La crónica en la ciudad no tiene por qué hacerse desde el gobierno. Y no hay ningún conflicto con las actuales autoridades, no vivir tutelados, sino salir a las calles, recorrer nuestra ciudad, y escribir, hacer teatro, cine, poesía en torno a ella. Que cada uno de los miembros haga su trabajo en su casa, en la intimidad, no en las juntas, a las cuales pueden dejar de ir, pero que nos entreguen su trabajo. Nos importa conocer para seguir queriendo a nuestra ciudad, porque a pesar de todo sí es susceptible de ser amada convertirse en los ojos y los oídos que hurgarán cada rincón de la Ciudad, para después narrar sus hallazgos ante la sociedad.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina