Recientemente los jefes de las bancadas mayoritarias de ambas cámaras, signaron a iniciativa presidencial un acuerdo para formalizar una nueva política educativa en México. Para hablar de política educativa, es necesario ahondar y precisar en el significado del concepto de política y relacionarla con el acto de educar. El proceso enseñanza y aprendizaje y todo lo que éste implica es tan importante, a tal grado que los constituyentes de 1917 lo plasmaron como uno de los primeros en la carta magna: el artículo tercero constitucional y posteriormente la respectiva Ley General de Educación que la ejecuta.
El reconocido pedagogo mexicano, Pablo Latapí, siempre preocupado en reflexionar respecto en la naturaleza específica de la política educativa y de lo que ella se espera, una vez propuso que la política ejercida en el ámbito educativo sea diferente a otras políticas públicas, a la vez comparable y de igual relevancia con las políticas relacionadas con otros ámbitos de la vida nacional. La educación junto con la salud, la vivienda y el trabajo, son las que apuntalan el verdadero desarrollo nacional. La política educativa incide en el desarrollo de las siguientes generaciones y por eso tiene un carácter singular aunque esté condicionada por las políticas económicas y otras realidades sociales.
Es plausible la intención del presidente de la república por iniciar su sexenio en un tema de vital importancia. En sí, la política educativa articula a las otras políticas públicas, define lo que se quiere en el futuro y le imprime el sentido humano a cada gobierno en el poder. El pero que yo le veo, es el siguiente: la promueven los partidos políticos quienes mandan tácitamente un mensaje a quien controla los destinos del sindicato de maestros. Sería bueno que invitaran o convoquen a protagonistas y actores del sistema educativo nacional. De ahí que todo esto tenga cierto sesgo partidista para privilegiar mediáticamente a quienes participan y se benefician de los principales cargos públicos en México. Lo cierto es que el rector de la UNAM a los pocos días hizo una propuesta relevante para considerar en materia educativa.
A decir verdad, la política educativa trasciende al reparto y concurso de las plazas, la extensión y la calidad de los servicios educativos. Tampoco depende de la elaboración de programas de certificación y calificación de la fuerza de trabajo o proponer fines de largo alcance para que éstos se reflejen en indicadores macroeconómicos. La política educativa conlleva a un necesario ejercicio de filosofía. Y la filosofía de la educación, en cuanto saber pedagógico, tiende más con los fines que con los medios. Entonces el objeto de la política educativa –de acuerdo a Latapí-, son los aprendizajes futuros, posibles y deseables, de una sociedad determinada. Ya lo dijo una vez un pensador español, que la última palabra del filósofo es la pedagogía. En consecuencia, la nueva política educativa debe replantearse el para qué estudiar y ofrecer servicios educativos a todos los mexicanos.
Como búsqueda del bien común, la política educativa propone y defiende el derecho de las personas como sujetos capaces de aprender desde que nace hasta que mueren, de ser mejores y de crear mundos posibles, aunque difícilmente de dimensionar y precisar. Y ¿saben por qué? Porque ser humano implica un misterio. No se sabe con certeza como vamos a actuar a partir de situaciones que se nos presentan, pues tenemos la capacidad de elegir con libertad. La preocupación por la educación del futuro, lleva a indagar sobre las maneras como aprendemos conocimientos y asimilamos valores, como inventamos comportamientos diferentes y construimos nuevos proyectos colectivos. Por esto el objeto de la política educativa se extiende hacia las potencialidades de la inteligencia, de la intuición y los sentimientos, del arte, de los sistemas, las convivencias o las éticas sociales. Como la educación es integral, con todo se relaciona y de todo se nutre. No solamente proponiendo mecanismos de asignación de plazas y evaluando los avances en materia de promoción magisterial.
Urge una adecuada política educativa que privilegie el conocimiento como una de las principales fuerzas que transformen a las personas y a las sociedades; por ello se requiere profundizar en la naturaleza de la inteligencia y la memoria, en las diversas maneras como conocemos y en los métodos por los que adquirimos las actitudes, habilidades y destrezas intelectuales y volitivas fundamentales. Una adecuada política educativa en la que participen y coincidan los descubrimientos de las ciencias humanas y naturales, como la neurofisiología, la psicología y las ciencias de la comunicación. Por eso Latapí advertía de los riesgos de tomar decisiones respecto a los contenidos curriculares o sistema de evaluación si no se tienen bases sólidas de teoría educativa o antropología filosófica.
En la formulación de una nueva política educativa, se deben conjuntar otras dimensiones y alimentarse de la crítica y generación de ideas de aquellos que están toreando cada día a grupos con niños que cada vez nos demuestran que lo menos importante es saber. ¿Para qué, si el google, el internet, los medios y las tecnologías de la información me lo dan sin esfuerzo? La educación futura que México requiere, supone concepciones y consensos sobre nuestra identidad cultural, la valoración de nuestra pluralidad y multietnicidad y la clara previsión acerca de cómo nos pueden afectar los procesos interculturales a los que estamos y estaremos expuestos; supone también opciones fundamentales acerca de nuestra inserción en un mundo cada vez más globalizado. Por eso también debemos ubicar esa política educativa en el contexto global.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina