Existe una escuela secundaria llamada Cronistas Municipales de Nuevo León en la colonia Balcones de Santa Rosa. A ella he acudido al menos en tres ocasiones a participar con algún mensaje alusivo a los alumnos que se gradúan. De igual forma, tengo a un amigo que por su gentileza y hospitalidad se le respeta y se le admira. Se llama Florencio Lozano y es originario de Santa Rosa de Apodaca. A decir verdad extraño las reuniones en las cuales se platicaban historias y lugares comunes alrededor de otro gran amigo llamado Marín Torres Sánchez.
Una ocasión, don Florencio Lozano me hizo llegar unos apuntes preparados por don Humberto Ramos Lozano respecto a la historia de tan distinguida comunidad, ahora tan cercana a la mancha urbana pero que guarda aún la esencia y el orgullo de su historia. Ellos a su vez la obtuvieron por don Román Guajardo Treviño, un antiguo patriarca de Santa Rosa, quien preocupado por la historia de Santa Rosa de Apodaca no se perdiera, recuperó algunos datos y fechas importantes como para darlos a conocer.
Santa Rosa es una congregación perteneciente a la municipalidad de Apodaca. Está situada al norte de la ciudad de Monterrey y corresponde a una porción territorial que limita con Escobedo, San Nicolás y General Zuazua. Está a 430 metros sobre el nivel del mar. Apodaca es uno de los municipios más antiguos del noreste. Estas tierras correspondieron originalmente a Gaspar Castaño de Sosa desde 1584 y también fueron mercedadas a don Diego de Montemayor quien a su vez las traspasó a dos dinastías muy importantes para la historia del noreste como lo son los Garza y los Treviño.
Esta porción correspondía la parte norte de la antigua Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, en la cual surgieron algunos asentamientos que se convirtieron en haciendas, como la de Agua Fría, la Encarnación, Huinalá, San Francisco, San Juan del Mezquital, San Miguel y Santa Rosa. A este conjunto de haciendas también pertenecieron las de Zacatecas y la del Espíritu Santo de la Pesquería Chica. El 14 de marzo de 1845 José María Flores fue nombrado primer alcalde del ayuntamiento del Valle de San Francisco. El valle o Hacienda San Francisco se convirtió en villa el 31 de marzo de 1851 cambiándole el nombre en honor a Salvador de Apodaca y Loreto, obispo de la diócesis en 1844. Apodaca se conformó con las siete haciendas mientras que Zacatecas quedó integrada a Pesquería.
Santa Rosa debe su nombre a la primera mujer canonizada en el continente, cuyo nombre original fue Isabel Flores de Oliva, quien nació en 1586 en Lima, Perú y falleció el 24 de agosto de 1624. Dicen que fue llamada Rosa por el arzobispo que le dio el sacramento de la confirmación. Aunque le disgustaba que le llamaran así, cuando se hizo religiosa de la congregación dominica, se hizo llamar Rosa de Santa María. Fue una mística y virtuosa mujer al servicio de los más necesitados. Al morir, su proceso de canonización fue inmediato, tocando a Clemente X la elevación a los altares en 1671. Su fiesta es el 24 de agosto, pero también se considera la del 30 de agosto, día en que profesó sus votos. Efectivamente, Rosa de Lima es la primera santa de América y es considerada la patrona de Lima, de Perú, de Buenos Aires, de América y Filipinas.
Esta antigua comunidad agrícola está bajo el amparo de santa Rosa de Lima. En 1781 llegaron a San Francisco dos hermanos, uno llamado Esteban y el otro Bartolomé Guajardo. El primero se quedó con unas tierras a las que llamaban de la “india tunera”. Como cabeza de una familia numerosa, compuesta por trece hijos cuyos nombres deben preservarse como fundadores: Marcelino, Eusebio, Apolonio, Francisco, José María, Lino, Rafael, Juan, Ignacio, Vicente, Francisca, Feliciana y Guadalupe. Pronto consiguió una merced de saca de agua del río Pesquería a la que llamaron la “toma del tripón” y en consecuencia a los ganados menores de la región eran llamados “tripones”.
Por tradición oral se sabe que el 30 de agosto de 1809, los vecinos salieron a regar las tierras dedicadas al cultivo. Era día de santa Rosa de Lima y por ello quedó como patrona del pueblo. En recuerdo al primer día de riego, anualmente se verifica una feria muy afamada en la comarca. Unos días antes comienzan las funciones religiosas con un “gallo” y concluyen con la misa y la kermesse en la plaza del pueblo y los acostumbrados jaripeos en el lienzo charro. El lugar prosperó y se asentaron nuevos vecinos, por lo que fue necesario solicitar dos nuevas tomas de agua, a las que llamaron de la “hacienda nueva” y otra de “las Casas”. Con ellas se hicieron y regaron nuevas labores. Pero como la mayoría de los habitantes eran descendientes de don Esteban Guajardo, también llamaban al pueblo como de los Guajardo. Otros linajes importantes propios del pueblo, son los Lozano, Treviño, García y Elizondo. Todos ellos, hombres y mujeres que han dado lustre y grandeza a Apodaca y Nuevo León.
El pueblo está dividido en dos barrios, uno situado en la banda norte del río Pesquería y el otro en el lado sur. Cada barrio cuenta con su placita. Lugar de hombres y mujeres ilustres, como el médico Eusebio Guajardo, el profesor Jonás García, los destacados militares Absalón y Félix Lozano, el insigne educador Humberto Ramos Lozano y Lino Guajardo (1828-1914) que fue un militar que se distinguió como parte de la escolta de Benito Juárez.
Llaman la atención las casas antiguas que sobreviven y la vieja escuela que comenzó a funcionar en 1878. Santa Rosa quedó conectada con la carretera Nacional Monterrey-Nuevo Laredo en 1958. En 1962 con Apodaca y con El Mezquital. Entre 1967 y 1969, siendo alcalde Aarón Lozano Guajardo se construyó el puente sobre el río Pesquería para evitar los problemas de incomunicación que sufrían con las crecidas.
Don Humberto Ramos Lozano sentenció sabiamente: “Mañana, las nuevas generaciones de Santa Rosa, como las de ayer y las actuales, habrán de hacer honor a los afanes, anhelos y esperanzas de quienes han respirado el aire de éstos lugares y pondrán lo mejor en sus empeños en el progreso de éstas tierras y solares campiranos”. Ahora Santa Rosa está rodeada de parques industriales y colonias. Pero aun se siente el ambiente campirano y tranquilo. Ojalá y no se pierda con todo el crecimiento de la zona metropolitana que se extiende cada vez hacia esos rumbos.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina