Diego de Montemayor eligió como asiento de la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, a un lugar situado entre los manantiales y arroyos que integraban el Santa Lucía en 1596. Esto fue en un lugar cercano a donde está actualmente el templo del Sagrado Corazón de Jesús, entre 5 y 15 de Mayo, Zaragoza y Escobedo. En 1611 la incipiente ciudad que más bien la imagino como un campamento de jacales y chozas, fue arrasada por una inundación. Como el fundador había muerto en abril de ese año, el justicia mayor, Diego Rodríguez decidió el traslado de la población hacia un lugar más seguro; en unos terrenos delimitados al norte por los ojos de agua y al sur por el río Santa Catarina. Fue cuando trazaron una nueva plaza como centro de la nueva población, conocida como la Plaza de Armas, porque en ella pasaban revista de armas a los vecinos cada 25 de julio y 25 de noviembre, en los días dedicados al apóstol Santiago y a la virgen y mártir de Santa Catarina de Alejandría.
A mediados del siglo XIX, la plaza era propiamente una explanada. En donde está el casino había un mesón y en sus alrededores por construcciones que servían como negocios o casas habitación. De ahí que las autoridades del estado se preocuparon por embellecer el corazón cívico y político de Monterrey: se niveló el terreno, se colocaron bancas de sillares, jardines con árboles, andadores y se mandó hacer una fuente. A la inauguración de los trabajos de la nueva fuente, acudió el entonces gobernador Santiago Vidaurri el 2 de febrero de 1864. Esta obra la vieron como “testimonio del gusto y adelanto de los regiomontanos”. En una caja de mármol, dejaron algunos documentos importantes como una copia del acta de fundación de Monterrey, de la Constitución de 1857, un retrato de Vidaurri entre otras cosas más. La fuente de los delfines se hizo con mármol extraído del cerro de las Mitras, iniciada por Juan Raimundo Lozes y terminada por el escultor de origen italiano Mateo Matei. Estuvo ahí hasta 1894 cuando fue trasladada a la plaza de la Purísima.
A la plaza se le impuso el nombre de Ignacio Zaragoza para celebrar el segundo aniversario de la heroica batalla de Puebla el 5 de mayo de 1864, siendo gobernador y comandante militar de Nuevo León Jesús María Benítez. Como testigo de honor, estuvo Benito Juárez acompañado por su gabinete. Tres años después, la plaza Zaragoza fue convertida en un jardín de acuerdo a los lineamientos del imperio, con bancas gruesas de sillar. El alumbrado era proporcionado por lámparas de petróleo y la fuente de los delfines engalanaba todo el conjunto. En lo que actualmente está el casino, estaba el hotel Zaragoza y en su parte baja una panadería. Más o menos en donde actualmente está el Museo de Arte Contemporáneo, hubo un edificio conocido como el arzobispado el cual fue derrumbado en 1934. Para 1874, los jardines de la plaza estaban mejor trazados y en ellos ya estaban plantados bastantes árboles. En donde estaba el hotel, había un juego de boliche y en lugar de la panadería, una talabartería.
La plaza típica de pueblo, adquirió aires románticos y nostálgicos para quienes acudieron a ella durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX. Había serenatas en un kiosco metálico que se había instalado en lugar de la fuente. Las personas salían a descansar y tomar el fresco durante los veranos calurosos. Los jóvenes y señoritas daban la vuelta en sentido contrario con la intención de verse y luego conocerse. Durante muchos años, el reloj de la catedral marcaba visualmente el tiempo de la ciudad y la fundidora con su silbato, anunciaba los turnos para iniciar el día y retirarse a descansar.
A principios del siglo XX, la plaza Zaragoza estaba repleta de árboles y bancas metálicas. El casino de Monterrey presentaba una arquitectura y estilo victoriano, que fue destruido por un incendio en la noche del 27 de julio de 1914. El casino fue reconstruido e inaugurado en la noche del 31 de diciembre de 1922. Ya estaba la catedral completa con su torre y su atrio bien definido. Esta comenzó a construirse aproximadamente en 1635, en tiempos de Martín de Zavala como templo parroquial, concluyendo la construcción de sus bóvedas en 1791. La fachada y el primer cuerpo de la torre terminaron de construirse en 1800 y la torre quedó completa hasta 1899, siendo arzobispo don Jacinto López Romo.
Al sur de la plaza Zaragoza había una serie de edificios antiguos, que fueron destruidos para hacer una ampliación en tiempos de la gubernatura de Ignacio Morones Prieto entre 1949 y 1952. Desde 1933 estaba el Círculo Mercantil Mutualista de Monterrey en la esquina de Ocampo y Zaragoza. Siendo alcalde Rafael González Montemayor, (1958-1960) la plaza Zaragoza se amplió hasta Constitución. Para conmemorar el centenario de la batalla de Puebla, el 5 de mayo de 1962 colocaron una escultura en honor de Ignacio Zaragoza, obra del reconocido escultor Ignacio Asúnsolo.
En 1971 se hicieron obras de embellecimiento y encontraron la urna que habían dejado desde tiempos de Vidaurri. Siendo alcalde Leopoldo González Sáenz entre 1974 y 1976, se tomó la decisión de construir una nueva sede para el gobierno municipal, con un palacio al que llamaron de cristal por la abundancia de éstos en sus ventanas. La plaza Zaragoza estaba rodeada al sur con el nuevo palacio, al norte con la calle de Corregidora, al este con la catedral y al oeste con el condominio Acero y el antiguo palacio que fue convertido en oficinas para asuntos legales.
En 1981 comenzaron los trabajos de la llamada Gran Plaza, la cual comprende una superficie de 40 hectáreas aproximadamente, limitada al norte por la calle de Washington y al sur por la avenida Constitución, en la cual quedaron comprendidos los dos palacios: el municipal de Monterrey y del gobierno del estado y las dos plazas, la Zaragoza y la ahora llamada explanada de los Héroes. Al este la calle de Zuazua y al oeste la de Zaragoza.
A lo largo de 400 años, la plaza Zaragoza ha sido testigo de la llegada de gobernadores y alcaldes. Aquí juró la independencia Mariano Jiménez en enero de 1811. En junio de 1813 los insurgentes la asaltaron y en septiembre de 1846 los norteamericanos se apoderaron de ella. Cuatro siglos de ser el corazón de Monterrey y de Nuevo León. Pero sobre todo, por la plaza Zaragoza, los domingos se pasean las muchachas más hermosas de mi lindo Monterrey.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina