Regularmente para referirse a una destrucción fatal y al fin del mundo decimos Armagedón. Lamentablemente confundimos el lugar con un signo del fin de los tiempos. A decir verdad, este concepto tiene que ver con el monte de Meggido, (en hebreo Har Meggido) un sitio de la llanura bordeado por la cadena del monte Carmelo y en donde han ocurrido enfrentamientos y batallas decisivas en la historia de la humanidad. Por ejemplo, en el libro del Apocalipsis (16, 16), se hace referencia de que ahí se congregaron las fuerzas del mal en contra de las fuerzas del bien; la batalla del “Gran Día del Dios Todopoderoso”. Ahí la bestia congregará a sus fuerzas a príncipes y potentados de la tierra para luchar contra Dios, pero serán derrotadas por Jesucristo y sus ángeles. Después del triunfo, mandarán al anticristo a lo más profundo del abismo por el tiempo que dure el reinado de Jesús y del Espíritu Santo en la tierra. La batalla final del Armagedón tendrá lugar en la sexta plaga, antes del período de mil años.
Por eso, tanto los militares, como los profetas y los videntes, recurren al Armagedón como el evento en donde la humanidad será aniquilida a través de guerras nucleares o bacteriológicas. Incluso hasta tiene que ver con el efecto destructivo de un cometa o algún cuerpo celeste que chocará el día menos pensado con la Tierra.
Como lugar, Megido fue una ciudad de los cananeos hasta que Josué la capturó. Después se la dio a la tribu de Manasés (Josué 17, 11). En los tiempos antiguos, este valle era parte de un camino principal que unía Africa con Asia, un lugar natural de reunión por ser de una superficie llana. Seguramente relacionan al Armagedón con el día final con otras referencias bíblicas, como por ejemplo en Isaías 13, 9: “He aquí que el Día de Yahvéh viene impecable”. En Jeremías 46, 10: “Aquel día será para el Señor Yahvéh, día de venganza para vengarse de sus adversarios”. En Joel 1, 15: “Ay el Día que está cerca el Día de Yahvéh, ya llega como devastación”. En Sofonías 1, 15: “Día de ira el día aquel, día de angustia y de aprieto”. En Malaquías 3, 23, “Os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahvéh”. En Lucas 21, 34: “y venga aquel Día de improviso sobre vosotros”. Lo cierto es que los autores bíblicos enlazan el “Día del Señor”, como el tiempo al final de esta era cuando Dios intervendrá en los asuntos de la humanidad y traerá a su fin a las injusticias, pobrezas y guerras. El problema es que nos dice ocurrirá todo esto con destrucciones y lamentos.
Más bien, Armagedón es un lugar de reunión en el cual coincidieron diversas batallas, como así lo demuestran los hallazgos arqueológicos en el sitio. La historia famosa de Gedeón y la derrota de los Madianitas puede ser que haya ocurrido en Armagedón. Cuando el rey Salomón restauró todas las ciudades, entre estas estaba Meguido y la fortificó (1 Reyes 9,15). Ocosías huyó a Meguido y ahí murió cuando fue perseguido por Jehú (2 Reyes 9,27). El faraón Nekó, cuando atacó a Asiria, el rey Josias salió en su defensa, y Nekó lo mató en Meguido (2 Reyes 23, 29-30). El 19 de septiembre de 1918, el general inglés Allenby ganó una batalla decisiva allí, derrotando a los turcos. Meguido es más bien identificado como un lugar de conflictos y porque muchas batallas han ocurrido ahí.
Respecto al fin del mundo, Habacuc (2,2-4) señala: “porque es aun visión para su fecha, aspira ella al fin y defrauda, si se tarda espérala pues vendrá ciertamente sin retraso”.
El problema es que no se sabe cuando ocurrirá y muchos videntes y profetas actuales se empeñan de hacerla cada vez más próxima. La parte final de los últimos días estará señalada por un período al que Jesús llamó la “gran tribulación”. La Biblia no señala ni su inicio ni su duración, pero los profetas bíblicos recurrieron a imágenes literarias en donde abundan las calamidades y problemas más bien con una intención pedagógica para hacernos reflexionar, de portarnos y hacer el bien como se desprende del discurso escatológico contenido en el capítulo 24 del evangelio de San Mateo.
Lo cierto es que no debemos temer de lo que supuestamente ha de venir. Ni confundir el sitio con el día del juicio final. Más bien debemos tener esperanza y la verdadera intención de componer un poco lo que hemos destruido y dañado con nuestras obras e intenciones. En vez de ser un fin catastrófico y terrible, el Armagedón marcará un feliz comienzo en donde los justos y los humildes gozarán de inmensa paz. (Salmo 37, 10-11).
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina