En 1739, el rey de España, Felipe V ordenó que se establecieran las políticas encaminadas para la población del Seno Mexicano. En la década de 1740, Joseph Antonio Fernández de Jauregui y Urrutia, Antonio Ladrón de Guevara y José de Escandón presentaron proyectos para la colonización del llamado Seno Mexicano. El entonces virrey de la Nueva España, Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, primer conde de Revillagigedo apoyó el proyecto de un paisano suyo llamado don José de Escandón, quien había nacido en 1700 en Santander, España y llegó a los 15 años a Yucatán. En 1721 arribó a Querétaro en donde participó en campañas de pacificación de la llamada Sierra Gorda, apoyado por los franciscanos de San Fernando de México, entre los cuales se hallaba fray Junípero Serra. En recompensa a sus méritos, el Rey otorgó a Escandón el título de Conde de la Sierra Gorda.
Escandón empezó su empresa promoviendo el establecimiento de pueblos y misiones: refundó Tula y Jaumave en 1744, en 1748 con la fundación de Llera, se inició formalmente la etapa colonial en el Nuevo Santander, llamada así en honor a su pueblo natal y dedicada a la Virgen de Guadalupe como patrona. En 20 años de mandato erigió 21 poblaciones, en las que participaron vecinos de Coahuila, del Nuevo Reino de León y de Querétaro. La evangelización fue encomendada al colegio franciscano de Guadalupe, Zacatecas. Pero tuvieron problemas con Escandón y salieron del Nuevo Santander en 1766. Entonces llegaron los franciscanos procedentes de Pachuca.
La capital Santander (actual Jiménez) fue establecida en el corazón geográfico de la provincia. Por sus intenciones de habilitar como puerto a Soto la Marina, se enemistó con comerciantes de la Ciudad de México, por lo que hubo de abandonar el territorio en 1767. Por ello acudió a México para solucionar sus problemas, pero le sorprendió la muerte en 1770. Lamentablemente la situación con los nativos no cambió mucho. En ésta etapa los pobladores recurrieron a las llamadas colleras, que eran forma de expulsión de los indios rebeldes, a otras zonas del virreinato, donde perecían de nostalgia o enfermedad.
A fines del siglo XVIII, se vio la posibilidad de establecer una intendencia con las cuatro provincias internas de oriente y separarlas de San Luis. Además hubo una bonanza agropecuaria y ganadera, se incrementó la cría de ganado mesteño y orejano (caballar y vacuno) entre la franja del Río Bravo y el Nueces que era la frontera original de Tamaulipas al norte. En esa región, el ganado se reproducía de forma natural, por lo que hacían campañas para atraparlos, dando en consecuencia el espectáculo que conocemos como rodeo. Por su riqueza agrícola, a la Villa de Santa Bárbara se le conocía como el granero de la colonia.
El ambiente que Tamaulipas vivió en todo éste tiempo era de carácter rural y pastoril. No había instituciones educativas ni actividades relacionadas a las bellas artes. Pero en el ámbito religioso, surgieron dos festividades típicas de la región a la Virgen de Guadalupe y que ambas se dan en grutas: El Chorrito y el Contadero. De vez en cuando había funciones de fuegos artificiales y bailes públicos, corridas de toros, escaramuzas de moros y cristianos y coloquios.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina