El general Andrés Viesca, con el deseo de apoyar la educación, promulgó la Ley Reglamentaria de Instrucción en el Estado de Coahuila el 11 de julio de 1867 y como consecuencia, el 1 de noviembre de ese año, iniciaron los cursos en la considerada alma mater y la cuna de la educación superior de Coahuila: el Ateneo Fuente, llamada así para honrar la memoria de Juan Antonio de la Fuente. En sus planes de estudios había cursos de preparatoria y de jurisprudencia. Aunque a decir verdad, el Seminario Conciliar de Monterrey, mantenía una sucursal de la escuela de derecho en la década de 1850 a cargo del Lic. Antonio Valdés Carrillo, cura de la parroquia de Santiago y del Lic. Santiago Rodríguez. Como dato curioso, en un examen se hace referencia de que los cursos estaban adscritos a la Universidad de Monterey(sic). Entre 1867 y 1869 surgieron en Saltillo dos sociedades mutualistas que fomentaron la apertura de dos escuelas para adultos.
En 1868 se pretendió hacer un camino para unir a Piedras Negras con Chihuahua y Saltillo quedó comunicada con Monterrey mediante el telégrafo. En 1870 con San Luis Potosí y en 1881 con Lerdo, Durango. Ya había servicio postal con Monclova, que a su vez servía de enlace con Piedras Negras, Múzquiz, Candela y Cuatro Ciénegas.
La vida cultural de Saltillo en ésta época (1860-1870) se caracterizaba por sus bailes y tertulias. Las funciones de teatro eran una manera de distracción. Como llegaban pocas compañías de teatro, surgieron grupos locales que se presentaban en el teatro Ramos Arizpe. En ese periodo había colegio para niñas y los jesuitas abrieron el famoso Colegio de San Juan Nepomuceno, apoyados por el obispado de Linares-Monterrey. El colegio llegó a ser uno de los tres mejores en su tipo en el país y ahí acudieron jóvenes con privilegiada posición económica.
Ya para éstas fechas no había escuela de jurisprudencia; a tal grado de que los meritorios de los juzgados solicitaban exámenes a título de suficiencia. El periodista José Juan Sánchez mantenía una edición llamada precisamente la revista “La Ciudad de Saltillo” y los hermanos Juan y Filiberto León mantenían una academia de arte en la cual se enseñaba música, dibujo y pintura.
Don Evaristo Madero se había asentado en Parras en 1870 donde empezó su emporio económico. Ahí adquirió las haciendas de San Lorenzo y El Rosario, los molinos y la fábrica textil. El lugar es sin duda alguna un oasis en el desierto. Por esa época abundaban los álamos en muchos puntos de la región. De lo actualmente es Viesca, salió una compañía militar para defender San Antonio a principios del siglo XIX, llamaron al presidio El Alamo de Parras. Don Evaristo se propuso substituir los álamos por nogales, árboles que le recordaban su infancia en los pueblos aledaños al Río Bravo o Grande del Norte.
En 1875 se estrenó en el Teatro Saltillo, la obra “Nobleza de Corazón” del historiador residente en General Cepeda Esteban L. Portillo y surgió un colegio de abogados. El Estado de Coahuila se sentía orgulloso de que muchos de sus hijos eran personajes de talla nacional entre los que destacan Miguel Ramos Arizpe, Melchor Múzquiz, Juan Antonio de la Fuente, Ignacio Zaragoza, Agustín y Andrés Viesca, Santiago Rodríguez y José María Aguirre.
Cuando se inauguró en 1882 el Teatro Acuña en Saltillo, se dijo en su función de estreno, que el local era una obra de la civilización entre dos barbaries: el templo de San Esteban y la plaza de toros. En éste año, Monterrey y Saltillo estaban unidas por ferrocarril.
Evaristo Madero fue gobernador del estado entre 1880 y 1884. Realizó obras de beneficio para la entidad, basado en las ideas del orden y progreso. Promovió la instalación de fábricas y molinos entre Saltillo y Arteaga. Además apoyó la entrada de cristianos tanto en Nuevo León como en Coahuila, a tal grado que se enemistó con el obispo José Ignacio Montes de Oca y Obregón que hasta lo excomulgó. Los cristianos bautistas abrieron el Instituto Madero para niñas y señoritas. Fundado por Guillermo Powel y llamado así en honor al gobernador que tanto los apoyó. Ahí enseñaban cursos de primaria y secundaria. Hasta tenía su escuela normal exclusiva para ellos.
Como contrapeso, el clero de Saltillo promovió en 1886 una escuela a cargo de las Hermanas del Verbo Encarnado, la que recibió el nombre de la Purísima. Para después cambiar a Colegio Saltillense. Las hermanas también abrieron en 1907 una escuela para niños indigentes. Pero las congregaciones cristianas siguieron abriendo escuelas: en 1887 la asociación metodista abrió un centro social, un templo y un colegio al que llamaron Inglés. Ahí funcionó una normal hasta 1922. En 1890 se abrió la escuela Presbiteriana que también mantenía una normal con alumnado interno. Ahí acudían jóvenes procedentes de otros estados. La normal fue trasladada a Cuernavaca en 1916.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina