La Crónica es un género literario muy antiguo y socorrido en todas las culturas y civilizaciones. Por ejemplo, vemos que muchos de los libros que componen la Biblia están escritos en forma de Crónica. Toda la Biblia es en sí un tratado de Crónica. El Dios de Israel es un Dios del Tiempo y de la historia, pues el proyecto salvífico divino ocurre en un momento y realidad específico. Incluso, los evangelistas pueden catalogarse en sentido estricto del término como Cronistas en torno a la vida del Mesías.
De hecho, existen dos libros de Crónicas en los que presentan e interpretan los acontecimientos de la historia de Israel a la luz del mundo contemporáneo del autor: Judá sometida al dominio persa después del regreso de los desterrados en Babilonia. El primer tercio del primer libro abarca las genealogías desde Adán hasta la época del retorno del exilio y el texto restante se ocupa del reinado de David.
Mientras que el segundo libro de las Crónicas se trata del último libro de la Biblia judía. Los primeros nueve capítulos describen el reinado de Salomón y el texto restante refiere la historia de los dos reinos hasta el destierro y los comienzos del establecimiento de Judá durante el mandato del monarca persa Ciro, que permite el retorno de los exiliados y la reconstrucción del templo.
Muchos pueblos de la antigüedad dependían de la tradición, en cuanto a transmisión de los conocimientos y como garantía de enlace con el pasado. Había personas responsables de llevar un registro de las tradiciones para que se vivieran y reprodujeran con toda fidelidad.
De igual forma, sabemos que las campañas militares siempre llevaban amanuenses o copistas que se dedicaban a reproducir el conocimiento de las culturas y civilizaciones que iban encontrando. Por ello encontramos Crónicas en todas las civilizaciones: china, persa, india, japonesa, griega, babilónica, egipcia, romana, etc.
Ya en la edad media y en el Renacimiento, había juglares que llevaban y registraban los acontecimientos de los que eran testigos o les habían contado de un pueblo a otro. De ese periodo, sabemos la existencia de una Crónica sobre la invasión visigoda y que incluso el rey Alfonso X de España había sido designado Cronista. Desde entonces, en España, el que cuenta la historia y habla del pasado de la nación es el rey.
México siempre ha contado con excelentes cronistas desde la época prehispánica hasta nuestros días. En la cultura prehispánica existía el Tonalámatl, mitológicamente creado por Cipactónal y Oxomoco, que enseñaba en el Calmecac y Tepochcalli. Para contar historias había una figura pública llamada Tlacuilo.
Durante la Colonia hubo excelentes Crónicas y Cronistas: las crónicas de la conquista de Hernán Cortés a la antigua Ciudad de México Tenochtitlan por Bernal Díaz de Castillo. Los cronistas religiosos como Toribio de Benavente, Bernardino de Sagahún, Fray Diego de Landa. De igual forma, en el siglo XIX, vemos la existencia de Cronistas que dejan testimonio de las distintas épocas en las que viven. Desde literatos, historiadores, militares, abogados, que escribieron de lo que vivieron y de lo que les contaron.
Los que se dedicaron a realizar la Crónica sobre la conformación del noreste mexicano, fueron Alonso de León, Juan Bautista Chapa y Fernando Sánchez de Zamora. Incluso en el siglo XIX surgieron muchas crónicas e investigaciones históricas que replanteaban la importancia de la historia local, que sin duda alguna, alcanzó su institucionalización con la publicación de Luís González y González de la obra “Pueblo en vilo”. Ahí se aprecia la historia de la micro historia, tema que está muy relacionado con la labor del Cronista. En ella se habla del micro cosmo del macrocosmo. De hace con especial puntualidad que se conoce mejor la historia nacional a través de la historia de un pueblo. De las características trascendentes de la comunidad en donde se incluyen lugares típicos e influyentes en la vida de las personas.
El 28 de abril de 1977 se fundó la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas, A.C. (por sus siglas ANACCMAC) y que sintetizó los ideales de una reunión nacional de la Sociedad Mexicana de Historia Regional en 1975 en la Ciudad de San Luís Potosí. Al año siguiente se reunieron en Monterrey los Cronistas de Guadalupe y Monterrey, Nuevo León, Matamoros, Tampico y Ciudad Victoria, Tamaulipas, Mérida, Yucatán, Chihuahua, Chihuahua, Pachuca, Hidalgo y Zacatecas, Zacatecas, consolidando dicha asociación que surgió en la Ciudad de Mérida. Su registro como Asociación data del 5 de febrero de 1985 en la Notaría Pública número 99 de Ciudad Madero, Tamaulipas. En su lema se sintetiza la labor que realiza: “Rescata, custodia y difunde la memoria colectiva”.
Y diez años después, por una iniciativa de Guillermo Tovar y de Teresa se formó el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México mientras que la Asociación Estatal de Cronistas de Nuevo León, José P. Saldaña, fue conformada en la Hacienda San Pedro del Centro de Información de Historia Regional de la UANL en mayo de 1987.