Sin duda alguna, hay hechos que se escriben con sangre y la cualidad del corrido es que difunde esa historia escrita con la sangre del mártir que proclama su grandeza y/o su fin. Los corridos son historias cantadas que relatan la vida, un suceso y algo que demuestra la grandeza del héroe al cual ensalza y rebaja la condición cobarde del traidor. Regularmente tiende a ser buenos a los antihéroes perseguidos por la justicia y malos a quienes la representan. Basta que alguien se levante en armas contra el gobierno, luche por un ideal o por algo que considera injusto, para que sea objeto o sujeto, como se le quiera ver, de una historia cantada que conocemos como corrido; aunque la misma injusticia lo haya arrastrado a que actúe de una manera singular, para que después surja una historia cantada que da testimonio del valor y del arrojo de quien tuvo la osadía de rebelarse o luchar en contra del orden ya establecido.
Y quien mejor encarna esta situación es don Benjamín Argumedo. El nació en una región que comparten los estados de Coahuila y Durango conocida como la Laguna en 1876. Dos sitios le disputan el lugar de origen: la congragación Hidalgo en Matamoros, Coahuila y San Juan de Guadalupe, Durango. Como todo joven de su edad tuvo que dedicarse a temprana edad a alguna actividad remunerativa que le asegurara un espacio en la sociedad. Y fundamentalmente de un lugar que durante el porfiriato se convirtió en la zona de mayor crecimiento económico como demográfico del país. Sabemos que se dedicó a la sastrería, a la agricultura y también fue caballerango. Cuando estalló la revolución maderista en 1910, ni tardo ni perezoso se alistó en las fuerzas que apoyaron a Madero para que llegara al poder. Precisamente el 20 de noviembre de ese año tomó con una pequeña fuerza y sin disparar un solo tiro, un lugar llamado Gatuño, de la congregación Hidalgo de Matamoros, Coahuila.
Luego estuvo al lado de Pascual Orozco, cuando se rebelaron en contra de Madero pues le achacaron de que estaba olvidándose de los principios del Plan de San Luis. Después de la Decena Trágica, Victoriano Huerta llegó a la presidencia en 1913 y Argumedo se puso a las órdenes de éste. Se hizo famoso por dirigir con arrojo y valentía sus cargas de caballería, con las que barría a sus oponentes, alcanzando el grado de general brigadier.
Por su astucia y valor, en la región lagunera se le conoció como el León de la Laguna. A la caída de Victoriano Huerta en 1914, se afilió al zapatismo y acudió a la Convención de Aguascalientes. De nueva cuenta por su tierra se pasó al bando villista en donde la hizo frente a la división del Noreste a la cual logró infringir sonadas derrotas a los constitucionalistas. Al capitular el ejército después de los tratados de Teoloyucan, prosiguió la guerra por su cuenta.
Huyó rumbo a la sierra de Reyes para curar sus dolencias pues se hallaba enfermo. Lo aprehendieron en un lugar llamado San Miguel por las fuerzas del general carrancista Francisco Murguía el 4 de febrero de 1916. Luego lo trasladaron a Sombrerete, Zacatecas y de ahí a Durango en donde lo internaron en un hospital militar. Una vez que se curó lo llevaron con el general Francisco Murguía, quien decidió se le hiciera un juicio y se le sentenció a murir fusilado el 1 de marzo de 1916 en la penitenciaría de Durango. Durante la sentencia le pidió al general Murguía ser fusilado delante de la gente. Originalmente se le iba a fusilar en el panteón de Durango, pero cuando la gente supo de su ejecución, organizaron una protesta, obligando a que lo regresaron a la penitenciaría en donde finalmente lo mataron.
El corrido que relata la vida de Argumedo, trata más bien de su pasión y de su ejecución. Así lo escuchamos en uno de los corridos más bellos de nuestra tradición musical popular mexicana:
Para empezar a cantar, para empezar a cantar
pido permiso primero.
Señores son las mañanas, señores son las mañanas
de Benjamín Argumedo.
Lo agarran en San Francisco, lo agarran en San Francisco
de los Adames mentados.
Pasaron por Zacatecas, pasaron por Zacatecas
Con Argumedo amarrado.
Lo bajaron pa’ la sierra, lo bajaron pa’ la sierra
todo liado como un cohete.
Lo pasan por San Miguel, lo pasan por San Miguel
Lo llevan a Sombrerete.
Oiga usted mi general, oiga usted mi general
yo también fui hombre valiente.
Quiero que usted me fusile, quiero que usted me fusile
En público de la gente.
Tanto pelear y pelear, tanto pelear y pelear
con el Máuser en la mano.
Vino a morir fusilado, vino a morir fusilado
en el panteón de Durango.
Ya me despido señores, ya me despido señores
porque cantar ya no puedo.
Estas fueron las mañanas, éstas fueron las mañanas
del general Argumedo.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina