En un estribillo de la canción El chubasco, se canta: “como a las once se embarca Lupita, se va a embarcar en un buque de vapor y yo quisiera formarle un chubasco y deternerle su navegación”. Cuenta la tradición popular que la letra de dicha canción se compuso en General Zuazua y que don Margarito Villarreal que en paz descanse, la cantaba obligatoriamente en toda fiesta de la antigua hacienda de Santa Elena. Pero también en Los Ramones le compiten su origen, pues se dice que el Chubasco es del antiguo rancho de San José del Capadero, cuna de muchos conjuntos del llamado auge grupero de Nuevo León.
Y todo porque se dice que tanto el río Bravo, desde el Refugio hasta Laredo fue una importante vía de navegación fluvial y que algunos afluentes por la cantidad de agua que llevaban, como el Pesquería y el San Juan, vieron barcos de vapor que se internaban hasta ciertos puntos de la frontera que a su mantenía comunicados a Herreras y los Aldamas.
Ya hemos visto como los norteamericanos, en especial los texanos querían hacer del río Bravo, una importante vía al igual que el río Mississippi. El río Bravo era una excelente oportunidad para hacer cumplir el Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe: tener dominio desde el Atlántico hasta el Pacífico; comunicar desde el Refugio-Matamoros hasta el Paso del Norte y que de ahí las caravanas salieran hasta Santa Fe, Nuevo México y luego hasta San Diego.
Pero no se pudo a la cantidad intermitente del agua que corre en algunos tramos. El cauce no era muy seguro: había ocasiones en que llevaba mucha y otras veces no tenía lo suficiente como para que los barcos subieran hasta Laredo. Pero se equivocaron, pues como les dije, el Bravo depende mucho de los afluentes y lleva agua cuando los mismos lo nutren con sus aguas. Pero no solo era un sueño de los norteamericanos, pues desde 1824 el gobierno federal mexicano, tenía en mente hacer rutas navegables en los ríos Alvarado, el Grande de Santiago, el Pánuco y el Bravo. Por ello en 1828 se le concedió permiso al norteamericano Juan Davis Bradburn, quien residía en Matamoros, para que navegara por el río Bravo. Al año siguiente Vicente Guerrero le confirmó la concesión, que Miguel Ramos Arizpe criticó porque decía que en cierta forma le estaban dando el control del río Bravo a los norteamericanos, quien precisamente querían fijar como línea divisoria entre las dos naciones. Después, se le concedió a Francisco de Garay el permiso para que hiciera viajes comerciales a través del Bravo. Y don Miguel no se equivocó porque algunos de los batallones que asaltaron a Camargo y Reynosa en 1846, entraron precisamente por el río Bravo.
Como se advierte, la preocupación de hacer del Bravo una vía de navegación fluvial no era nueva. El mismo Manuel Mier y Terán durante su estancia en la región entre 1828 y 1832, tenía proyectado construir canales para la comunicación de los ríos pues no había forma de irrigar las extensas llanuras y además pretendía que se navegara por esos canales para trasportar cueros, sebo, lana, tasajo y otros artículos de exportación.
Pero sin duda alguna, después de los tratados de Guadalupe Hidalgo en 1848, se acrecentó la presencia de inversionistas norteamericanos en la región y en consecuencia la necesidad de comunicar a las dos regiones aledañas al Bravo. Fue cuando se vieron más barcos de vapor que subían por el Bravo hasta entroncar poblaciones como Laredo. Sabemos que rara vez llegaban hasta allá y hubo ocasiones en los barcos se quedaban varados por algunos meses esperando que las aguas vinieran crecidas. Una de las poblaciones que más se beneficiaron fue la de San Pedro de Roma, de ahí que muchas construcciones de la época se hicieron como negocios y casas habitación debido a la entrada de los barcos de vapor que pasaban por el Bravo.
Lamentablemente el río Bravo no ofreció las mismas oportunidades que el Mississipi, pues al llegar a Guerrero se tenían que pasar por unas pequeñas cataratas que se formaban en un sitio conocido como El Salto. Se sabe que algunos afluentes del Bravo permitieron la navegación fluvial. Por eso de ahí viene la letra de la canción de Chubasco, pues aparentemente se comunicó a sitios como Ramones, Aldamas, Bravo y Herreras y que llegaban fácilmente hasta río Bravo de ahí hasta Matamoros.
En 1852, había cerca de cien barcos que navegaban por el Bravo, casi todos de propiedad norteamericana. Preferentemente llegaban con seguridad hasta Camargo, haciendo escala en los diferentes poblados y rancherías de ambos lados de la frontera, llevando pasajeros y mercancías. Gracias a una investigación realizada por el historiador e ilustre ciudadano de Reynosa, don Arnoldo de Gárate Chapa, sabemos que el alcalde de Reynosa, Juan José Chapa Guerra, recibió una vez un oficio que decía: “Los abajo firmantes, pasajeros de Brownsville para San Luis, Edinburg y Río Grande, a bordo del steamboat nombrado el “Comanche”, bajo las órdenes del capitán Richard King, pasando hacia arriba por el dicho río de pueblo en pueblo, por la izquierda del mismo, Estado de Texas, certificamos que el lunes próximo pasado 17 de mayo de 1852, en el punto conocido como rancho Santa Ana del lado de México, mientras el dicho bote perfecta y pacíficamente se esforzaba en andar para arriba, girando, en carrera de Brownsville a la ciudad de Río Grande, fue terriblemente sorprendido por unas descargas que le hicieron al bote del lado mexicano… se vio que los disparos fueron cometidos por una partida de mexicanos… de los cuales dos tiros tuvieron efecto en la persona del teniente O. Breshear y un niño de cuatro años… También certificamos no haber ninguna causa ni provocación ni insultos dados por los pasajeros, oficiales o alguno de los tripulantes”.
Por lo que el alcalde de Reynosa, ordenó a su jefe de policía Salomón Trujillo, hiciera la investigación correspondiente “para tomar la debida información respecto a los hechos contenidos en la denuncia, las personas que los perpetraron y causas que los motivaron”. Atendiendo a las órdenes, Salomón Trujillo presentó en primera instancia a Justo Olivares, encargado de la congregación de Santa Ana, quien declaró “no saber nada sobre le particular hasta hoy que se le pregunta”.
Luego compareció Juan G. Galván quien manifestó que “en efecto, sabe que les hicieron fuego a los pasajeros del vapor y que la causa fue por no haber querido pagar una vaquilla que poco antes habían dado muerte”. También fue presentado Hermenegildo García Galván quien declaró: “Como a las dos de la tarde del lunes 17 de mayo pasaron por mi rancho Feliciano Guzmán, Andrés Chapa, Francisco Pérez y Valentín Posadas y dijeron que iban a alcanzar el vapor “Comanche” a reclamar al capitán una vaquilla que les habían matado de un balazo y llevada en el mismo vapor. Que el que habla se quedó en su citado rancho y poco tiempo después regresaron los individuos que fueron quienes le informaron que su objeto había sido reclamar el valor de la vaquilla pero luego que fueron descubiertos por los del vapor, les dispararon un tiro a lo que se vieron ellos precisados tanto por eso como por el robo de la vaquilla a contestarles con cinco tiros”.
Posteriormente Feliciano Guzmán manifestó que: “Estando ocupado en sus negocios, le vino a avisar su esposa que los del vapor “Comanche” habían disparado un tiro. Que en tal virtud, el que habla, deseoso de investigar a qué objeto habían disparado, invitó a Andrés Chapa para que le acompañase, que al efecto, fueron ambos al río y vieron que en el plan de un recodo estaba atracado el vapor y tenían una vaquilla blanca muerta que luego jalaron los del mismo vapor y tomaron el canal a su destino que por eso se dirigieron el que habla y Chapa hacia arriba a ver si les era posible recobrar del capitán del vapor el valor de la vaquilla, que nada consiguieron pues el vapor se pasó velozmente, por cuyo hecho regresaron al rancho invitaron a Francisco Pérez y a Valentín Posadas a acompañarlos, que alcanzaron al vapor entre los ranchos de los Alacranes y Santa Ana y los americanos les dispararon un tiro, en cuya virtud, el que habla, Chapa y los otros dos hicieron fuego sin que pareciera el vapor de pararse”.
La última comparecencia fue la de Prisciliano Domínguez quien manifestó que “no es la primera vez que los vapores que recorren el río los respectivos capitanes se surten de la carne necesaria de la manera que lo ha hecho últimamente el ‘Comanche’ y lo pone en conocimiento de la autoridad para que lo lleve a quien corresponda”.
La navegación por el Bravo no tuvo tanto éxito como esperaban los inversionistas y los dueños de los barcos, así como de aquellos usuarios que si alcanzaron a viajar por las aguas de tan importante río. Solo nos quedan referencias orales y testimonios como los que don Arnoldo de Gárate nos ofrece. Hoy en día, el río Bravo sirve como punto limítrofe, como lugar de cruce de visitantes legales como ilegales, como vital suministro de agua que riega las grandes extensiones de tierras dedicadas a la agricultura y como sitios que dan vida a importantes centros poblacionales que hacen a la frontera del Bravo con los Estados Unidos, en la más dinámica del mundo.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina