Dentro de la conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución, éste 30 de mayo de 2010, el gobierno federal dispuso la extracción de las urnas que contienen los restos de los caudillos insurgentes, con la intención de llevarlos al Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec, para estudiarlos e identificarlos plenamente, pues siempre se ha dicho que fueron puestos sin respetar la individualidad de los mismos.
Dentro de la conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución, éste 30 de mayo de 2010, el gobierno federal dispuso la extracción de las urnas que contienen los restos de los caudillos insurgentes, con la intención de llevarlos al Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec, para estudiarlos e identificarlos plenamente, pues siempre se ha dicho que fueron puestos sin respetar la individualidad de los mismos.
Ahí, bajo la custodia del Instituto Nacional de Antropología e Historia y de médicos forenses, analizarán y clasificarán lo que queda de los héroes, pues se presume que los restos de los algunos de los beneméritos están mezclados y acomodados sin orden en las urnas que les sirven como última morada. Cuando ya estén plenamente identificados se llevarán en el mes de junio al Palacio Nacional para la exposición denominada México 200.
Aunque para algunos historiadores ésta acción no deja de ser un golpe mediático, pues parece ser más una estrategia para apresurar los trabajos en torno al bicentenario y al centenario de los que casi no se sabe aún en que consistirán. Otros piensan que les quieren quitar el control de un símbolo que regularmente ostenta la ciudad de México que gobierna un partido crítico al actual régimen de Felipe Calderón. Para otros más conservadores, los huesos deben de quedarse en el lugar en el que están, pues ahí deben esperar la resurrección de los muertos y debe respetarse esa milenaria tradición y más si se trata de los héroes que nos dieron patria.
Los panteones desde el punto de vista de la fe cristiana, tienen la finalidad de conservar los cuerpos de los difuntos con la finalidad de preservarlos hasta el juicio final en que todos nuestros ancestros resucitarán. Existen varios tipos de panteones, entre los que destacan las rotondas de los hombres ilustres en donde colocan los restos de los héroes y de personas que se distinguieron por ofrendar su vida a favor de sus semejantes y/o de la patria.
Para evitar suspicacias, José Manuel Villalpando quien coordina la agenda de las conmemoraciones a nivel federal, ésta acción tiene por fin rendirles un justo homenaje y honrar su memoria en tiempos tan requeridos de valores distintos a los que continuamente los medios de comunicación nos tienen sometidos. Los restos de los insurgentes regresarán el 30 de julio de 2011, cuando se conmemore el bicentenario luctuoso del padre Hidalgo.
Precisamente una de las acciones de los primeros gobiernos del México independiente, tiene que ver con una disposición de parte del primer congreso constituyente, que decretó el 19 de julio de 1823, que los restos de los héroes fueran colocados en un mismo sitio para que recibieran los honores correspondientes. Se les diera el título de beneméritos de la patria y se escribiera su nombre en letras de oro en la Cámara de Diputados. Paradójicamente quien más se preocupó por ello fue Maximiliano de Habsburgo, quien tenía proyectada la construcción de un monumento para instalar los restos de los héroes de la lucha insurgente.
El 3 de enero de 1902, el entonces presidente de la República, don Porfirio Díaz puso la primera piedra de un monumento conmemorativo a los 100 años del inicio de la Guerra de la Independencia. A dicho evento acudieron miembros del gabinete, del cuerpo diplomático acreditado y de los asistentes a la Segunda Asamblea Panamericana. El proyecto fue encargado al arquitecto Antonio Rivas Mercado y dirigió la obra Roberto Gayol. El conjunto arquitectónico fue inaugurado el 16 de septiembre de 1910, para recordar el centenario de la Independencia de México.
El monumento popularmente conocido como “el Ángel de la Independencia” sobre el Paseo de la Reforma, está sobre una glorieta y en sus ángulos encontramos alegorías referentes a la ley, la justicia, la guerra y la paz, además de representaciones de Morelos, Guerrero, Mina y Bravo. Ahí sobresale una columna con 36 metros de altura, que sostiene a una escultura dorada realizada por Enrique Aliciati conocida como la Victoria Alada que porta en una de sus manos una corona de laurel. Se puede acceder a lo más alto del monumento a través de una escalinata de 200 escalones en forma de espiral. Pero su acceso está cerrado pues en 1959 un visitante se tiró desde el balcón. Ese lugar es muy famoso pues cada vez que la selección mexicana de fútbol tiene una victoria, se pone de repleto de aficionados que van a festejar. Lo mismo hacen activistas sociales y políticos para exigir y llamar la atención de nuestras autoridades.
Pero además de ser un monumento alusivo al centenario de nuestra independencia, ahí se depositaron en unas urnas los restos de algunos de los héroes que lucharon en la guerra insurgente entre 1810 y 1821. Como les decía, en 1823 se promovió que los restos de los héroes fueran traslados del sitio en el que se encontraban para inhumarlos con los honores correspondientes y declararlos como “Beneméritos de la Patria” en la Catedral Metropolitana de la ciudad de México, en donde fueron depositados en la capilla de San Felipe el 14 de septiembre de ese año. Los restos que llegaron fueron los de Hidalgo, Allende, Morelos, Francisco Javier Mina y Pedro Moreno. Se había dispuesto que los restos de Mariano Abasolo también, pero éstos se hallaban en una cripta en Cádiz, España por lo que no fue posible traerlos. Luego se sumaron los de Juan Aldama, Mariano Jiménez, Nicolás Bravo, Leona Vicario, Andrés Quintana Roo, Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria y Victor Rosales.
Hay que recordar que Hidalgo, Allende, Jiménez y Juan Aldama fueron decapitados y que solo llegaron sus cráneos. Sus cabezas permanecieron muchos años expuestas en las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas. De ellos se tiene la certeza que les pertenecen pues tienen una letra que los identifica. Luego se añadieron los restos de Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Andrés Quintana Roo, Leona Vicario y Nicolás Bravo de quienes se tienen completos sus cadáveres.
Existe la posibilidad de los restos del padre Morelos no estén en el sitio, pues aparentemente en 1866, su hijo Juan Nepomuceno Almonte entró a escondidas a la catedral y extrajo los huesos de su padre, para llevarlos consigo a París en donde debía representar al Imperio de Maximiliano ante Napoleón III. Se cree que los restos del padre Morelos están en el panteón de Montparnasse en París, cuando en 1867, Almonte compró una cripta para depositarlos. De ahí viene todo una confusión al respecto, acerca del paradero de los huesos del padre Morelos. Cuando fue fusilado en 1815, se dispuso que su cadáver fuera enterrado con ropa y las botas que usaba en una capilla en Ecatepec. Otros piensan que fue decapitado al igual que Hidalgo y Allende y que su calavera fue fácil de identificar porque en la zona frontal tenía una M. Después se llegó a la conclusión de que pertenecía a Matamoros. Otros cuentan que los restos no existen pues Almonte los tiró al mar en el trayecto.
Las cosas se agravaron cuando en 1895, un grupo de distinguidos masones realizando una ceremonia en la capilla de San Felipe, se dieron cuenta de que faltaban los restos de Morelos y que los demás estaban prácticamente revueltos sin orden alguno, haciendo una enérgica protesta para que las autoridades correspondientes pusieran manos en el asunto.
Fue hasta el 16 de septiembre de 1925, por disposición del entonces presidente Plutarco Elías Calles, los restos fueron llevados hasta el Ángel de la Independencia en donde fueron colocados en unos nichos con todos los honores correspondientes.
Nosotros en Nuevo León tenemos una explanada denominada de los héroes, en los que lamentablemente se realizan lo mismo bailes masivos y manifestaciones que no respetan la integridad y la memoria de quienes ahí esperan la resurrección de los muertos.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina