El 8, 9 y 11 de enero del año en curso, la Universidad Autónoma de Nuevo León a través del Centro de Información de Historia Regional, el municipio de Sabinas Hidalgo, la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, la escuela secundaria Celso Garza Guajardo del municipio de General Escobedo y la familia Garza Acuña, organizaron emotivas ceremonias para recordar los diez años de la partida material del Cronista de Sabinas Hidalgo, el historiador y el considerado quijote de la crónica, Profesor Celso Garza Guajardo.
El 8, 9 y 11 de enero del año en curso, la Universidad Autónoma de Nuevo León a través del Centro de Información de Historia Regional, el municipio de Sabinas Hidalgo, la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, la escuela secundaria Celso Garza Guajardo del municipio de General Escobedo y la familia Garza Acuña, organizaron emotivas ceremonias para recordar los diez años de la partida material del Cronista de Sabinas Hidalgo, el historiador y el considerado quijote de la crónica, Profesor Celso Garza Guajardo.
En la reunión mensual de la Asociación Estatal de Cronistas Municipales de Nuevo León que por cierto, dos ilustres sabinenses promovieron y fundadaron, entre ellos don Celso y el maestro Héctor Jaime Treviño Villarreal, realizada el 16 de enero del año en curso en el Museo Casa de la Cultura en Guadalupe, me tocó decir una palabras en honor al cronista de la historia y de la aldea sabinense.
Por ser Sabinas Hidalgo.net, un espacio destinado a la información y formación de la opinión pública a través de un medio virtual, he querido compartir con ustedes, mis estimados lectores, esas palabras en honor a Celso Garza Guajardo:
“Puede resultar raro que una persona como yo, presente una semblanza del profesor Celso Garza Guajardo. Y lo digo, por que de todos los cronistas que nos nombraron en aquellos tiempos, sinceramente quien menos trató al maestro Celso fui yo. No obstante eso da una ventaja, pues a diez años de su partida material, valoro más su legado y su presencia física a través de sus 80 libros que publicó, por su familia, compuesta por su esposa Tere Acuña y sus hijos Celso y Alba Josefina, por sus hermanos y sobrinos, por sus amigos y compañeros de correrías y anhelos, por sus crónicas e investigaciones, en los historiadores y cronistas que en cierta forma aún llevamos algo de Celso en nosotros.
Nos anima su espíritu incansable, de un quijote idealista que vio en la militancia partidista e ideológica, una posibilidad de ser causa y cambio. Vivió, viajó y vio el mundo. Y no obstante se sentía vacío. Por eso al regresar a su aldea y al sentir aquellos años que soñó en ella, se dio cuenta que lo que estaba ya no era.
Y entendió que la forma de construirlo era a través del maravilloso don de la palabra. Porque solo los poetas se parecen a dios, quien con el logos hizo que todo éste mundo floreciera. Y así Sabinas Hidalgo regresó a la vida, a través de la crónica y de las historias que Celso Garza Guajardo tejió para dar a conocer su glorioso pasado y su fecundo porvenir.
Pero el pueblo, su aldea, solo fue un punto de origen, partida y referencia, pues a partir de ella, se hizo historiador, editor, promotor cultural, fundador de instituciones y directivo de las mismas. Quien mejor que el profesor Celso, un maestro normalista que comenzó la docencia en pueblos como Villaldama y Sabinas Hidalgo, que salió a conocer el mundo y que él luego construyó y edificó su mundo a través de la palabra.
Porque a decir verdad, Celso fue un maestro en el sentido original de la palabra: un maestro en la escritura y en la búsqueda de compartir la experiencia. Pues no fue un simple depósito de conocimientos estancados, sino el llenador de almas en búsqueda de plenitud. Porque a decir verdad, Celso fue un hombre repleto que desbordó sus ideales en nosotros, de sabiduría y de afán de comprender el mundo y hacerse comprensible a los demás. Ese fue su afán de vivir con plenitud su vida.
Y desde aquí mi estimado Celso te digo verdaderamente lamento no haberte tratado más y buscarte para que fueras mi maestro también. Aunque en tus obras y en tu vida que nos legaste, veo el espíritu tuyo revoloteando entre nosotros y que nos enseña amar a nuestros pueblos y a nuestras aldeas”.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina