Dicen que la finalidad del arte es la imitación de la naturaleza a través de sonidos, formas colores y movimientos. En fin, todo aquello que la naturaleza nos da con su riqueza y que precisamente a través de la producción y elaboración artística nos hace acercarnos más a ella, nos hace más humano pues comunica y exterioriza nuestras emociones y sentimientos a través de una disciplina relacionada con el arte.
Dicen que la finalidad del arte es la imitación de la naturaleza a través de sonidos, formas colores y movimientos. En fin, todo aquello que la naturaleza nos da con su riqueza y que precisamente a través de la producción y elaboración artística nos hace acercarnos más a ella, nos hace más humano pues comunica y exterioriza nuestras emociones y sentimientos a través de una disciplina relacionada con el arte.
Por ejemplo, la finalidad de una pintura y de una escultura según Leonardo Da Vinci, es saber ver. La danza es arte en movimiento mientras que la música es la imitación de los sonidos de la naturaleza. Muchas de esas sensaciones producidas en el oído por el movimiento vibratorio, tienen que ver en su origen con la reproducción de los sonidos de la naturaleza, como el viento, la lluvia, los latidos, el golpeteo de un tronco o de una piedra. Incluso Bethoven pensaba que el universo además de verse podía escucharse de acuerdo a la cantidad de luz que emitían los cuerpos celestes.
También la música tiene la facultad de evocar algún recuerdo o alguna situación. Nos remite a tiempos pretéritos que difícilmente podemos acceder. La música tiene una facultad contextual que nos ayuda a ubicarnos en el espacio y en el tiempo. Nos hace sentir la naturaleza a través del oído y porqué no, también nos hace ver cosas y hasta extasiarnos en la grandeza de una pieza musical.
Y definitivamente una de las maneras de recuperar las raíces históricas y culturales del México de ayer, que cada vez se están quedando en el olvido es a través de su música. De hecho existen muchos géneros musicales que se oyeron y tocaron desde tiempos ancestrales hasta la actualidad. Y conocemos mucho de música de otros lugares, sitios y tiempos, pero se nos olvida la música que nos remite a los tiempos precolombinos de las antiguas civilizaciones mesoamericanas. Muchos de quienes la interpretan actualmente dicen que cuando la ejecutan tiene la maravillosa capacidad de acercarlos a sus dioses.
Esta música milenaria era pentáfona pues solo constaba de cinco sonidos, de la cual existían tres géneros: la ritual que se utilizaba en rituales como bodas, nacimientos, sacrificios de víctimas y funerales, la guerrera, que constaba de cantos y danzas que se interpretaban antes y después de las batallas y la recreativa que se ejecutaba en los famosos mitotes y en las fiestas públicas llamadas netoteliztli.
Los instrumentos musicales utilizados por las culturas prehispánicas eran de tres clases: las percusiones, de aliento y de cuerdas. Había escuelas de música entre los aztecas llamadas Cuicacalli, la Casa del Canto en donde preparaban al ometochtli, quien fungía como director de ejecuciones musicales; el talpizcatzin, el constructor, ejecutor y maestro de piezas musicales; el cuicapicque que era el compositor de cantos, el tlamacazque el ejecutor de caracol y flauta y el quaquacultzin, que era el tañedor de los teponaztli y cantor.
Muchos de los instrumentos que están en las colecciones de los museos o incluso aun en espera de ser localizados y rescatados en una zona arqueológica, tienen la maravillosa capacidad de recrear los sonidos de la naturaleza que los antiguos mexicanos escuchaban, pensaban y sentían . Aunque a decir verdad, es difícil saber cuántos estilos musicales tenían los mayas, los mexicas o los olmecas, pues desgraciadamente mucha de esa tradición se perdió durante la llamada conquista espiritual y a través de los 300 años de opresión en la época colonial. Ni mucho menos en el siglo XIX se interesaron en las formas musicales de los indios, pues lo que urgía en el nuevo concepto de nación que Juárez nos legó, era la de desaparecer las peculiaridades culturales de los antiguos mexicanos. Por eso, quienes la ejecutan actualmente, se guían más por su capacidad artística de inspiración. Muchos objetos de museo recobran vida cuando alguien los hace funcionar. Y desgraciadamente en los códices prehispánicos no hay muchas referencias en torno a lo que se tocaba en las ceremonias prehispánicas.
Excepto en algunos de ellos en donde vemos a los indígenas tocando flautas o percusiones. Tal vez la imagen más conocida es la de ejecutor que hace sacar sonidos de los caracoles mientras que otro golpea tambores y otras cosas que parecen como troncos. Y todavía los vemos en el Zócalo de la Ciudad de México, en frente del Templo Mayor. Lo cierto es que también hay figurillas de barro de los ejecutantes y hasta de algunos de los instrumentos musicales.
La música prehispánica tal y como la ejecutaban en tiempos de los llamados horizontes culturales no es posible conocerla cabalmente. Son al fin de cuentas acercamientos a través de los instrumentos que han quedado a través del tiempo. Los instrumentos que permanecen son las flautas, los tambores de agua, los tambores de percusiones, los imitadores de sonidos de las serpientes, el viento y la lluvia.
Se desconocen los movimientos, las melodías o los sonidos de referencia que están necesariamente en los contextos musicales de los antepasados. Por ello lo que hacen los músicos de la actualidad es la de reinterpretar aquellas músicas que estuvieron ligadas en un tiempo a una idiosincracia y cultura.
Cuando se ejecuta una música prehispánica, ese sonido nos remite a los instrumentos autóctonos. Una música en la que sobresale su sonoridad y su creación artesanal, sus colores, sus sonidos; incluso el aroma que la acompañaba, con sus flores y sus perfumes, las vestimentas de quienes actuaban o bailaban, la comida que se servía, las bebidas, las ceremonias y los ritos. Porque ciertamente que la música estaba relacionada con los ritos y con la religión de las antiguas civilizaciones mesoamericanas. La manera de apreciar a la música era distinta a la actual. Para empezar, la música abarcaba una cosmovisión que integraba a su vez otras artes como la danza, las artes plásticas, la arquitectura, la poesía, el rito y los sacrificios. Todo eso los ponía en contacto con la Madre Tierra. Son cosas que al escucharlas nos hacen sentir parte de aquellos tiempos y de aquella época. Cuando se escucha la percusión de un tambor o de otro instrumento, hasta el corazón se quiere salir de su sitio.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina