Sin duda alguna, el regiomontano más ilustre a través de su historia es fray José Servando de Teresa de Mier y Noriega Guerra, quien nació en Monterrey, el 18 de octubre de 1763. Sus padres fueron don Joaquín Mier y Noriega y doña Antonia Guerra. El padre Mier se ufanaba de ser descendiente de nobles familias por parte paterna y por el lado de su madre, su linaje se remontaba a los pobladores más antiguos del Nuevo Reino de León.
Sin duda alguna, el regiomontano más ilustre a través de su historia es fray José Servando de Teresa de Mier y Noriega Guerra, quien nació en Monterrey, el 18 de octubre de 1763. Sus padres fueron don Joaquín Mier y Noriega y doña Antonia Guerra. El padre Mier se ufanaba de ser descendiente de nobles familias por parte paterna y por el lado de su madre, su linaje se remontaba a los pobladores más antiguos del Nuevo Reino de León.
Cursó sus primeros estudios en la escuela que tenía doña Leonor Gómez de Castro y a los 17 años fue a la ciudad de México en donde ingresó al Convento de la Orden de los Predicadores de Santo Domingo. Con ellos se ordenó sacerdote y en la Universidad Pontificia de México obtuvo el doctorado en teología y la licenciatura en filosofía.
Por sus dotes en la oratoria fue llamado “voz de oro”. Continuamente era llamado a predicar sermones en los eventos más importantes de la capital del virreinato, hasta que fue invitado a pronunciar un mensaje en honor a la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre de 1794. Pero sus ideas y conceptos fueron malinterpretados al extremo de señalarlo por negar la aparición de la virgen, pues afirmó que la virgen de Guadalupe ya era conocida por los antiguos mexicano. Basado en escritos de Lorenzo Boturini, sostenía que en realidad, el ayate en donde está la imagen de la Virgen Morena era la capa del Apóstol Santo Tomás a quien los indios confundieron con Quetzalcóatl. Por ese motivo fue procesado y condenado a permanecer recluido diez años en un convento de España.
Al escapar, inició su estancia en distintos lugares de España, Francia, Italia, Portugal y de Inglaterra, algunas veces preso, otras fugado, otras confinado, pero siempre sufriendo crueles persecuciones y el más inhumano de los tratos. Decían que se escapaba de su prisión, pues tenía la habilidad de un fantasma y otros que debido a su don de convencimiento.
Cuando supo del levantamiendo del padre Hidalgo, marchó a Londres en donde se dedicó a promover la guerra de Independencia de la Nueva España. Allá trató con José Blanco White y con personajes ligados a los procesos independentistas de los demás virreinatos. También cultivó amistad con Francisco Javier Mina con quien planeó iniciar una expedición a favor de la insurgencia, llegando a Soto la Marina del Nuevo Santander el 15 de abril de 1817. Mina junto con 300 hombres marchó a luchar por la causa independentista. Al poco tiempo, el proyecto de Mina fue derrotado y el adre Mier fue apresado y conducido a la ciudad de México.
Mientras que el padre Mier se dedicó a realizar trabajos en la imprenta que trajo desde Europa y en la cual imprimió bandos y comunicados insurgentes. Esa importante herramienta al servicio de la causa independentista fue capturada por el general Francisco Arredonde quien hizo que se trasladara a la ciudad de Monterrey. Es más, ustedes pueden apreciarla en el Museo del Obispado.
El padre Mier estuvo recluido tres años en los calabozos de la Inquisición, en la ciudad de México, por considerársele peligroso. Cuando intentaron trasladarlo a Cádiz se fugó y fue a parar a La Habana, para de ahí pasar a Estados Unidos donde permaneció hasta saber consumada la Independencia de México.
Fue diputado por el Nuevo Reyno de León en el Primer Congreso Nacional y desde esa tribuna pugnó por la implantación del régimen republicano. Ahí se distinguió por ser uno de los principales opositores del proyecto imperalista de Iturbide, al que continuamente señalaba sus errores a través de su escritos. Por ello fue preso, obteniendo su libertad a la caída del imperio en 1823. Fue nombrado diputado por Nuevo León al Congreso Constituyente de la Nación.
Ahí coincide con otro personaje decisivo de nuestra historia, originario de la antigua San Nicolás de la Capellanía de Saltillo, el padre Miguel Ramos Arizpe, con quien continuamente entraba en polémicas respecto al sistema que nuestra nación debía elegir o bien por definir cuál de las dos ciudades; Monterrey o Saltillo debían quedarse como principales en las Provincias Internas de Oriente. Ramos Arizpe era partidario del sistema federal, mientras que el padre Mier acusaba a todos aquellos de querer copiar y seguir en todo el modelo de los Estados Unidos. Uno federalista y el otro, mal interpretado, se le acusó de ser enemigo de la república federal. En realidad sostuvo que la organización política ideal para México era una que no llegara a tocar los extremos del centralismo ni del federalismo. La nueva nación no podía ser federal porque nunca había estado unida del todo durante el virreinato.
Su actitud le trajo problemas con otros legisladores, por lo que fue protegido del entonces presidente don Guadalupe Victoria. Vivió en una habitación en el palacio nacional, hasta que la muerte le sorprendió el 3 de diciembre de 1827. Poco antes de recibir la extremaunción, advirtió que no era centralista y que estaba en contra de las sociedades secretas.
Fue enterrado en el convento de Santo Domingo, pero en 1861 al ser derrumbada una parte del mismo, fueron halladas unas momias que pertenecían a los religiosos. Entre ellas, de pie y erguida, estaba la del padre Mier. Se dice que unos trabajadores de la construcción las vendieron a unas personas que se la llevaron a Bruselas en donde fueron exhibidas como víctimas de la Inquisión. Luego fueron llevadas a Buenos Aires en donde se mostraban en un circo.
En la actualidad, los escritos de fray Servando Teresa de Mier y Noriega Guerra son considerados unas verdaderas joyas literarias en las que pugna siempre por la soberanía e independencia de los pueblos americanos, aunque para los representantes de la corona eran textos "llenos de ponzoña y veneno". La contribución del Padre Mier en la independencia y soberanía mexicanas es invaluable, lo mismo que los tesoros de su herencia literaria y sus conceptos políticos planteados en los primeros años del México independiente.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina