En el libro bíblico de la Sabiduría 7, 17-19, hace referencia a la capacidad del ser humano de conocer todo aquello que Dios puso en la creación: “la constitución del mundo y la actividad de los elementos, el principio y el fin y el medio de los tiempos, la alternancia de los solsticios y los cambios de las estaciones, los ciclos de los años y las posiciones de los astros”.
En el libro bíblico de la Sabiduría 7, 17-19, hace referencia a la capacidad del ser humano de conocer todo aquello que Dios puso en la creación: “la constitución del mundo y la actividad de los elementos, el principio y el fin y el medio de los tiempos, la alternancia de los solsticios y los cambios de las estaciones, los ciclos de los años y las posiciones de los astros”.
La astrología en la antigüedad gozó de mucha popularidad, pues le otorgaban el poder de fijar el destino irreductible de la persona. En un principio, la astrología estudiaba la correspondencia que había entre las constelaciones con el ser humano. Pensaban que la astrología nos ayudaba a descifrar nuestra vida. De hecho la astrología se encuentra en el punto tangencial de la psicología y de la astronomía y por lo mismo tiene un carácter antropocéntrico, pues concibe al hombre como una parte mínima del universo, como un espejo del microcosmos en el macrocosmos. Cosas que no han cambiado del todo en la actualidad.
Por su origen, la astrología es esencialmente religiosa. En ella se refleja la postura del ser humano con respecto al universo y a sus motivaciones personales últimas. Los griegos llamaban al edificio de los mundo el cosmos y al ser humano, el micro cosmos, o sea un mundo en pequeño.
Los observadores del universo de la antigüedad, como Pitágoras y algunos escolásticos medievales, vieron una armonía y una relación entre los planetas y las personas, como si se tratara de una “música de las esferas” que influía en toda la materia y vida, además de los sistemas físicos y espirituales del ser humano. Pero sabiamente alertaban que “los astros dan orientación pero no coaccionan”. Con ello se rechazan cualquier forma de determinismo cósmico.
Después se llegó a pensar que el horóscopo y el pronóstico del tiempo eran la misma cosa. Hoy nos damos cuenta de que puede ser peligrosa en cuanto que causa ansiedad y priva la libertad. Hay que decir que los horóscopos que vemos en revistas y diarios, tienen poco que ver con la verdadera astrología. De igual forma se le relaciona con la superstición y la charlatanería. El mismo Kepler alertaba de las supersticiones provocadas por quienes observan la tierra y de los riesgos de la obsesión por conocer el futuro.
El ser humano tiene la libertad de establecer sus propias posibilidades y los límites de su desarrollo y para encontrarse a sí mismo necesita autoconocimiento. Ciertamente, el horóscopo puede presentar ayuda para lograrlo pero no es determinante para conseguirlo.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la ciudad de Santa Catarina