Después de la caída del imperio de Iturbide, entre 1822 y 1824, se organizaron las instituciones políticas necesarias para definir el proyecto de nación que México quería y necesitaba ser.
Después de la caída del imperio de Iturbide, entre 1822 y 1824, se organizaron las instituciones políticas necesarias para definir el proyecto de nación que México quería y necesitaba ser. Es cuando se organizan juntas de carácter legislativo en los estados que a la larga conformaron las entidades federativas de la república. Una vez instalada formalmente la república, tardaron siete meses para redactar la constitución Política del Estado de Nuevo León, que finalmente fue aprobada y promulgada el 5 de marzo de 1825.
En Nuevo León mientras tanto se nombró a José Antonio Rodríguez como gobernador provisional. El 3 de junio de 1825 se realizaron las elecciones, los dos contendientes fueron don José María Parás y Ballesteros y el propio José Antonio Rodríguez. Ambos quedaron empatados por lo que la Legislatura Local dispuso que por medio de una moneda (de un bolado) se determinara quien sería el primer gobernador constitucional de Nuevo León y ganó Parás. Mientras que Rodríguez quedaría como vice gobernador, pero al no aceptar, Parás tuvo que reformar la constitución local para elegir a un vice gobernador, cargo que cayó en Julián de Arrese.
Don José Antonio Rodríguez estuvo casado con Ana María de la Garza. Fue síndico y regidor del Ayuntamiento de Monterrey. En 1823 fue electo jefe político, cargo equivalente a gobernador provisional de Nuevo León, de parte de Rafael González, cargo que entregó a José María Parás en 1825. Murió el 27 de septiembre de ese año en Monterrey, siendo en ese entonces administrador de correos.
El primer gobernador constitucional de Nuevo León fue don José María Parás y Ballesteros. El nació en el Valle del Pilón, actual Montemorelos en 1794. Fue alumno del Seminario de Monterrey en donde también impartió cátedra. Dejó la carrera sacerdotal para apoyar a sus padres en la administración de los negocios familiares. Fue medio hermano del primer arzobispo de México, don Lázaro de la Garza y Ballesteros. En 1824 figuraba como capitán de infantería y alcalde del Valle de San Mateo del Pilón, que lo llevó a ser uno de los once diputados para el primer Congreso Constituyente en 1824.
Como ya se había mencionado, por azares del destino, llegó primero al congreso local y luego a la gobernatura, pues ambos puestos los obtuvo en un bolado. Ocupó en dos ocasiones la gobernatura: del 15 de junio de 1815 al 17 de febrero de 1827 y del 17 de febrero de 1848 al 14 de enero de 1850. En su primera administración promovió la educación y la enseñanza de las artes y de la industria. Dispuso que el Seminario de Monterrey otorgara grados académicos en ambos derechos. Promovió la minería y la agricultura, estableció la primera imprenta que la vez publicó el primer periódico llamado La Cazeta Constitucional. Fiel convencido de que los principales puestos debieran ser ocupador por los más capaces e instruidos. Al concluir su mandato fue nombrado vice gobernador, después llegó a ser diputado en el Congreso de la Unión y también la alcaldía de su pueblo natal. Podemos decir que en sus administraciones se distinguió por su entusiasmo y por servir a los intereses públicos.
Durante la ocupación norteamericana fue llamado a ocupar de nueva cuenta la gobernatura, preocupándose por el fomento económico y el buen estado de los caminos que confluían en la capital y comunicaban al resto de los municipios. Gravemente enfermo por una epidemia de cólera, solicitó ser retirado de su cargo el 14 de enero de 1850. Murió el 18 de febrero de ese año y fue enterrado con las honras fúnebres propias de su investidura. Fue enterrado en la catedral de Monterrey.
Apoyó además la creación de municipios como Villaldama y Salinas Victoria en su primer mandato y luego de Mier y Noriega. Al morir, por su sello benigno en el buen gobierno y su autoridad moral y rectitud, al antiguo Rancho del Huizachal de los Canales se le puso el nombre de Parás.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de Santa Catarina