El 6 de enero es el día de las enfermeras. Y que mejor que ellas, quienes asisten a los médicos en el cuidado de los enfermos y que por convicción profesional, vocación y naturaleza propia, son quienes están más cerca del estado y de la evolución de los pacientes. En sí los cuidados de enfermería eran la base para la recuperación de la salud. Aunque es una carrera compartida por ambos sexos, es más recurrente ver mujeres que la practican, pues de hecho se relaciona a la mujer con la vida y el cuidado de ella.
Si hacemos una revisión histórica, veremos que siempre han existido enfermedades y personas preocupadas a su cuidado y atención. Por ejemplo, en tiempos de Jesús había órdenes de diaconisas que se encargaban del cuidado y atención de los enfermos. En la edad media surgieron los hospitales y con ellas órdenes religiosas compuestas por mujeres que atendían a los enfermos. Los hospitales fueron concebidos como casas de caridad que atendían a los necesitados, desvalidos y a los enfermos. Ahí se les daba comida, casa y sustento. Lo mismo servían como orfanatos, hostales para viajeros, enfermos y casa de caridad.
Varios factores contribuyeron a la demanda de más hospitales y por ende se generalizó la práctica de emplear a personas que se dedicaran a dichas labores. Regularmente la enfermería de estos hospitales la ejercían mujeres de noble cuna y religiosas.
Propiamente se considera a Florencia Nightingale que nació en 1820, en Hampshire, Inglaterra como la madre de la enfermería moderna. Fue enfermera en hospitales en donde atendían a soldados británicos y comenzó a implementar una serie de prácticas que revolucionaron el cuidado y la atención a los enfermos.
Como por ejemplo, del ambiente que había en los hospitales, pues éstos atraían otro tipo de enfermedades que a la postre ocasionaban la muerte de los pacientes. Al mejorar las condiciones de sanidad, logró reducir la proporción de muerte de sus pacientes.
En 1860 fundó la Escuela y Casa para Enfermeras Nightingale en el Hospital St. Thomas. También se involucró en el entrenamiento de enfermeras que trabajaban en hospitales. Para ello estableció programas de aprendizaje que incluían una rotación por los servicios clínicos hospitalarios, formación de enfermería domiciliaria, aprendizaje teórico y práctico del cuidado de los enfermos, conocimientos de ética y doctrina religiosa y un conocimiento suficiente de farmacia para también suministrar adecuadamente la medicina.
Después de una vida entregada al cuidado y a la atención de los demás, de ser una impulsora de la educación y promoción de la mujer, murió en 1910. De hecho, el símbolo de las enfermeras es una lámpara de aceite que recuerda a Nightingale atendiendo a los enfermos apoyándose en la luz de su lámpara.
Monterrey es famosa por sus escuelas de medicina, pero también debemos sentirnos orgullosos de las varias escuelas en donde se forman a las enfermeras y a los enfermeros. Pues como ya hemos visto, son ellos de quien depende que el dolor se apague en los pacientes y que la luz de la salud y de la vida siga brillando en su existencia.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de Santa Catarina