El nombre de diciembre viene del latín december que significa décimo y para los romanos era el último mes del cómputo romano. Luego se introdujeron dos meses más que tomaron los nombres de Julio César y Augusto. Aunque se conservaron los nombres de los cuatro últimos meses del año, éstos ya no designan el número al que corresponden: septiembre ya no es el séptimo mes ni octubre el octavo, ni noviembre el noveno ni diciembre el décimo. Los romanos festejaban en el último mes de su calendario a Saturno quien en su honor hacían las famosas saturnales en las cuales se entregaban a toda clase de regocijos, además de las fiestas del hogar.
En diciembre coinciden para el mexicano dos fiestas muy importantes como lo son la del 12 de diciembre en honor a la Virgen de Guadalupe como la del Nacimiento de Cristo. También inicia el año litúrgico con el tiempo de espera en el Señor que conocemos como adviento.
Originalmente la palabra economía significa el proyecto salvífico que Dios tiene para cada uno de nosotros. Y esa salvación comienza aquí en la tierra y en consecuencia ocurre en un contexto espacial y temporal que nos recuerda la encarnación, la vida, la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo. Para el cristiano, diciembre es el mes en que comienza el adviento y con ello el nuevo año litúrgico. Conviene señalar que el ciclo anual tiene como base la Pascua Cristiana, para lo cual se utiliza el calendario lunar, no el solar, es decir, que comienza con la primera luna llena después del equinoccio de primavera. Por ejemplo, el miércoles de ceniza se elige a partir de la primera luna llena de primavera. Se recortan cuarenta días y eso nos da el miércoles de ceniza.
La raíz de liturgia proviene de ergón que en griego significa obra, trabajo o servicio y laos que significa pueblo. Entonces liturgia es la manifestación popular. Pues bien, en el año litúrgico se manifiesta el mensaje cristiano para la salvación que se da en diversos tiempos. Es innegable que la jerarquía eclesiástica de los primeros tiempos, tomara y sintetizara las principales fiestas de los hebreos, griegos y romanos, dándoles un sentido cristiano en torno a la personalidad de Jesús Cristo. Por ello en el año litúrgico celebramos nuestra fe a través de periodos o etapas, entre las que destaca la Pascua de Resurrección en la Semana Santa.
Los antiguos pueblos y en especial los persas, celebraban el nacimiento del Sol Invicto. Por ello se festeja el nacimiento de Jesús como el Sol que nace de lo Alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Y la fiesta del sol nuevo era la noche del 24 de diciembre para amanecer el 25.
Cuando llegaron los misioneros a la Nueva España, se dieron cuenta de que los antiguos pueblos mesoamericanos estaban muy conectados con la astronomía y curiosamente muchas de sus fiestas coincidían las europeas. Por ejemplo, el 24 de diciembre festejaban el nacimiento del dios Huitzilopochtli, pero para ello se preparaban con nueve días de anticipación, por ello se promovió el novenario con las llamadas misas de aguinaldo y que luego se van a popularizar con el nombre de posadas. Incluso la numerología del 9 coincidirá con los nueve meses que dura el embarazo y los nueve días que dura el viaje a Belén.
El año litúrgico se define como la ordenación jerárquica eclesiástica que hace a lo largo del año para celebrar los Misterios del Señor. Comienza con el primer domingo de Adviento en el mes de diciembre, cuatro semanas antes de la Navidad y está dividido en tiempos litúrgicos. Desde el siglo VI d.C. la Iglesia celebra el adviento como la preparación de la venida del Hijo de Dios y comprende cuatro semanas, hasta el 25 de diciembre. De ahí hasta la Epifanía se celebra la presencia del Verbo Encarnado y su manifestación.
Hasta la Candelaria o presentación de Jesús en el templo el día dos de febrero, son aproximadamente cuarenta días. De ahí se prepara hasta el Miércoles de Ceniza y con ello comienza la cuaresma que también dura 40 días. Luego viene la Semana de Pascua o también llamada Santa. En ella recordamos el triduo pascual que consiste en la pasión, muerte y resurrección. Del Domingo de Resurrección hasta Pentecostés, son cincuenta días y se conoce como tiempo pascual. Una vez que concluye el tiempo pascual, se denomina tiempo ordinario hasta la fiesta de Cristo Rey a fines de noviembre para iniciar el ciclo de adviento.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de Santa Catarina