Al proclamarse la independencia de México y después de la entrada del ejército tigarante a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821, las pasiones políticas se recrudecieron, ahora en busca de una forma de gobierno que lograra la unidad y progreso de la nueva nación.
Los lógicos tropiezos de los primeros meses de libertad, fueron aprovechados por los partidarios de Agustín Iturbide, que sintiéndose fuertes y cobijados en el manto del antiguo realista, dieron la sorpresa y lo proclamaron emperador.
Con el propósito de acallar opiniones en contrario, se solicitó a todos los alcaldes del país promovieran un juramento de fidelidad.
En Linares, N . L. el alcalde Salvador Gómez de Castro lo realizó el 16 de diciembre de 1822,“con la misma formalidad con que se hacía antes con los Reyes Españoles”y dispuso “una función de iglesia de víspera, rosario, misa y sermón a Nuestra Patrona Universal María Santísima de Guadalupe”.
Quienes detentaban el poder económico y político asistieron al acto, convencidos de tener asegurados bienes y riquezas, pues, por lo visto, las cosas no habían cambiado mucho y seguirían disfrutando de las prerrogativas concedidas por las autoridades coloniales.
Gómez de Castro informó a Gaspar Antonio López, Jefe Político del Nuevo Reino de León y Comandante General de las Provincias de Oriente: “puedo asegurar a vuestra excelencia que todo este vecindario ha demostrado inequívocadamente el decidido amor que profesan a nuestro digno Emperador”.
Lo que no avisó fue que la pobrería y los elementos liberales no vieron con buenos ojos tal hecho y pronto en reuniones secretas, se aprestaron a dar la pelea para tirar al remedo de rey.
Fuente: A.G.E.N.L. Correspondencia con Alcaldes Primeros. Linares.
Caja No. 1. (1816-1823).
Héctor Jaime Treviño Villarreal