Lejos han quedado aquellos tiempos en que el hombre era dominado por la naturaleza, en la actualidad el dominio tecnológico y científico ha logrado que el ser humano domeñe al medio geográfico, lo transforme, lo utilice para edificar sus viviendas, construir presas, carreteras, puentes y muchas otras cosas.
Pero este avance en todos los campos también ha traído aparejado el deterioro del ambiente: Basura, aire contaminado, hacinamientos, desechos líquidos y sólidos, en fin, poco a poco, hemos ido destruyendo nuestro entorno geográfico.
En un país subdesarrollado como el nuestro, ningún presupuesto alcanza para atacar dichos males, es decir, no hay suficiente dinero para promover la cultura ecológica, la no-destrucción de las bellezas naturales, ni mucho menos para atender los arrebatos de la naturaleza que en forma de incendios, inundaciones, ciclones y terremotos se nos presentan periódicamente, a pesar del santanismo impositivo que padecemos, la burocracia y la tecnocracia merman el erario considerablemente.
En la sociedad civil existen organizaciones que se preocupan por mejorar la calidad de vida, algunas lo hacen con la intención de aparecer en los medios de comunicación, ser protagonistas en campañas políticas, otras lo hacen por “snobismo” y solo unas cuantas dedican verdaderos esfuerzos por sacar adelante sus postulados en pro del ambiente en una lucha titánica, donde el pequeño David de los buenos deseos se ve superado por el Goliat representado por depredadores, contaminadores y políticos inocuos, inanes u otros corruptos.
En Nuevo León, han surgido excelentes agrupaciones que levantan su airada voz para protestar contra la tala de árboles, la construcción de viviendas en lugares inadecuados, que piden la reubicación de industrias contaminantes y luchan por la conservación de paisajes naturales, verdaderos oasis en la agreste geografía norestense.
Pero, no basta tan sólo con elevar la voz, es necesario analizar a profundidad lo que sucede en el escenario geográfico en donde se desarrolla nuestra vida cotidiana, investigar en contacto con los hechos y fenómenos producidos en la faz del planeta en general y de la región en particular, buscar sus causas, las relaciones que hay entre ellos y su influencia sobre la actividad humana.
Una de estas asociaciones cumple 40 años de existencia, me refiero al llamado originalmente Ateneo Nacional de Investigaciones Geográficas, A.C. Sección Nuevo León, cuyo nacimiento se produjo el 23 de marzo de 1973, cuando un grupo de entusiastas amantes de la Geografía se reunieron en un aula de la Escuela Normal Superior del Estado, para impulsar el estudio e investigación de dicha ciencia.
Los objetivos a cumplir por los seguidores de distinguidos geógrafos mexicanos como Enrico Martínez, Antonio García Cubas, Jorge L. Tamayo, Ángel Bassols Batalla, Jorge A. Vivó y muchos otros, fueron:
- Ampliar los conocimientos de las ciencias geográficas mediante el estudio, la observación y la investigación.
- Difundir, lo más ampliamente posible, los estudios e investigaciones realizadas, a fin de ponerlos al servicio de México.
- Con la mayor frecuencia posible realizar investigaciones de campo, a fin de ponerlas a servicio de México.
- Hacer también investigaciones de gabinete.
- Publicar un órgano informativo que circule en los medios ligados con la Geografía, ya sea por la enseñanza o la investigación.
- Elaborar un Diccionario Geográfico que contenga la aceptación correcta y el significado más preciso de las toponimias existentes.
- Extender sus actividades de carácter cultural, de investigación y estudio, no sólo al suelo de México, sino al extranjero.
Difíciles fueron los primeros años como en toda organización, muchas han surgido con elementos llenos de entusiasmo, anunciándose con bombo y platillos, pero desaparecen del firmamento científico y cultural, tan raudas como cometa dejando una estela promesas y esperanzas incumplidas, aunado al desaliento de sus integrantes.
No ha sido el caso del Ateneo Nacional de Investigaciones Geográficas, A. C. Sección Nuevo León: Gerardo Merla Rodríguez su primer director, fue su alma y motor en sus primeros cuatro años, luego tomo el relevo Martín Saláis Cantú, siguieron Héctor Jaime Treviño Villarreal, Rogelio Velázquez de León, Napoleón Nevarez Pequeño, Alberto Solís Villanueva, Ricardo Magallanes Reza, Roberto Garza Cruz, José Francisco Valle González, Humberto Sánchez Vega y de nuevo Héctor Jaime Treviño Villarreal.
Transcurrió el tiempo en una cotidianeidad marcada por la absorbente urbe de acero cristal y cemento, se tapizó el camino de experiencias, satisfacciones, anécdotas y también de tristezas, dejando profunda huella en cada uno de los iniciadores de esta aventura, que luego compartirían con aquellos que se acercaron en busca de un remanso cultural, aguijoneados por la sed de un saber geográfico en un campo virgen y prístino, apenas hollado por incipientes investigadores geográficos.
Un torbellino de actividades envolvió a los ateneístas: congresos, seminarios, semanas culturales de aniversarios, sesiones, viajes, ponencias, artículos para revistas o periódicos, elaborar libros y manuales, todo lo anterior, sin desatender la diaria actividad para obtener el sustento propio y el de la familia, robándole tiempo al tiempo y como los quehaceres geográficos e históricos no dan para comer, la Geografía, celosa, terca y exigente, reclamaba parodiando la letra de una canción: “el tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí”.
Hacer un inventario de las acciones de las diferentes directivas sería injusto, sin embargo, las investigaciones sobre Parques Nacionales, Grutas de Bustamante, las presas de Nuevo León y muchas otras, nos dejaron experiencias inolvidables.
¡Larga vida al Ateneo Nacional de Investigaciones Geográficas, A.C. Sección Nuevo León y gratitud a la Escuela Normal Profr. Moisés “Sáenz Garza” por su hospitalidad!