Nace sutilmente, se va formando poco a poco, una sencilla palabra, un gesto, una cortesía y empiezan a amalgamarse los sentimientos; el ser humano siempre está ávido de relaciones y busca entre sus semejantes quien escuche sus penas y sus dolores, compartiendo también sus alegrías, se va familiarizando con la persona que en determinado momento dio muestras de comprensión y sin quererlo se planta la semilla de la amistad.
Esta florece en todos los corazones buenos y con el tiempo se expande haciéndose más grande; también prende y florece la amistad interesada, aquella que tiene un fin determinado y que busca las relaciones por conveniencia; la más peligrosa de todas es la amistad que induce a las personas al vicio, o a la maldad y que con el tiempo se fortalece de tal manera, que se forma una coraza impenetrable donde solamente caben los instintos salvajes y el proceder impío.
La amistad más duradera es aquella que se cultiva en la infancia, es aquella que se forma en el salón de clases o en el patio de recreo, hay también una amistad muy duradera, la que se da en personas de diferente edad, pues casi siempre va motivada por la sencillez y pureza de la gente joven y la dulzura y la experiencia de los mayores.
En los tiempos difíciles que vivimos, es necesario cultivar la amistad buena, la que no tiene barreras, la que siempre da y no pide nada en cambio, la que ajusta su existencia a los más puros sentimientos, la que perdona siempre los agravios, que se sella con un beso en la mejilla, un apretón de manos y con un: ¡cuídate! ¡hasta pronto! ¡luego nos veremos!.
Si tal hacemos: pronto volveremos los caminos de la humanidad a la ruta adecuada, aquella que reivindica al hombre y fortalece a la sociedad.
SANTOS NOÉ
Cronista de la Ciudad
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo.