Después de una larga ausencia, te encuentro ¡querido amigo! deambulando por las calles del pueblo, me saludas efusivo y de inmediato inicias la conversación.
Después de una larga ausencia, te encuentro ¡querido amigo! deambulando por las calles del pueblo, me saludas efusivo y de inmediato inicias la conversación.
-¿Cómo estás? ¿Cómo te ha ido? ¿Qué tal andas de salud? ¡A mí me parece que estás muy bien!- Yo ando recorriendo las viejas calles del terruño, aquellas por donde correteé con mis amigos de la infancia, aquellas que estaban llenas de pedruscos que si tropezabas te levantaban las uñas de los dedos de los pies, ando buscando los portones viejos que nos servían de escondite y en algunos de ellos hasta murciélagos había, ando buscando los poyos de la esquina donde en las noches de luna nos sentábamos a platicar las aventuras del día y hablar de los cuentos que nuestros tíos y abuelos nos narraban para meternos miedo y no anduviésemos hasta en la calle. Quiero escuchar el ulular de los tecolotes y lechuzas que cruzaban el límpido cielo y que en automático te hacían proferir un conjuro: ¡Mañana vienes por chile y sal! Ando buscando el hermoso resplandor de las estrellas del tapizado cielo de mi solar nativo. Busco con quien platicar de los cincos que me ganaba cuando con mi cajón de bolear, acudía a la plaza a darle lustre a los zapatos de los jóvenes que andaban de conquista. Busco a las bellas jovencitas que alegres y dicharacheras daban vueltas a la plaza exhibiendo su belleza para conquistar a un apuesto galán. Quiero pedirle a Don Pancho Serrano o a Pedrito Durán que me sirvan un limonada enfriada con trozos de hielo que agitaban con sus manos en un cubilete, o que me sirvan una copa de nieve de la que ellos hacían en sus garrafas. que tenían unas paletas que les servían para agitar la leche, mientras al exterior ponían hielo con sal para que durara todo el proceso de enfriamiento. Quiero ir a platicar y disfrutar de la sabrosa conversación de Don Pancho Chapa y sus aventuras con su famoso automóvil “El Arete”. Quiero comerme unos sabrosos plátanos de la frutería de Don Chon y que Antonio Hinojosa o su hijo Gerardo me corten el pelo. Quiero subir corriendo los escalones que daban a la galería del Cine Baldazo, cuando nos le colábamos a Don Pión Villarreal, y le escamoteábamos el precio del boleto de entrada. Ya estoy cansado de trabajar en la construcción y las labores de los gringos; termina la semana y corres desesperado a comprar cervezas para alegrar las penas y olvidarte de tus afanes, si tienes de vecino a un paisano te pones a asar carne y a recodar a tu pueblo y a los tuyos; tienes que saber hacer cuentas muy bien porque tienes que mandar dinero para tu casa y separar para pagar los “biles” y el abono de la camioneta; allá no te andan esperando dejas de pagar un abono y al día siguiente mandan la reca a recoger el mueble. No te fían en la tienda ni el rentero tiene consideraciones, te conocen algunas personas que trabajan junto contigo y uno que otro vecino, por lo tanto con papeles o sin ellos: eres un desconocido que los gringos, los negros y chicanos miran con desconfianza. Después de tanto tiempo de andar afanando, me convencí de que los dólares no se barren con escoba, y no me vengo, porque ya me falta poco, para completar el tiempo que debes de trabajar para que te den tu cheque de retiro.
Vine a Sabinas a llenarme de energía para terminar mi encomienda en el otro lado y no me importa que esté tan cambiado y tenga tantas colonias; mientras exista el Ojo de Agua y se formen charcos en el río seguiré queriendo al pueblo de mis recuerdos, de mis abuelos, padres y hermanos; por ahora me voy satisfecho porque todavía me pude comer un plato de menudo y un lonche de barbacoa, con Juan Inés, hijo de Pedro la Chispa. Salúdame a los paisanos y diles: que duele estar fuera cuando se quiere la tierra donde se nace. Se subió en su camioneta y se perdió en la distancia el buen paisano. Hasta siempre mi buen amigo.
Santos Noé