Día a día vemos la transformación que está experimentando nuestro pueblo, las plazas y los lugares públicos se modifican: mandan a volar las bancas de granito que orgullosas ostentan el nombre de quien las donó y que tenían muchos años de cobijar sueños, romances y desvaríos y las sustituyen con otras de dudosa calidad artística y funcional; tal parece que alguien se empeña en desaparecer el Sabinas de las casas de piedra, sillar y adobe y techos de terrado, de los patios grandes, de las ventanas enrejadas con hierro forjado, en fin, de todo lo que simboliza el pasado del pueblo.
Día a día vemos la transformación que está experimentando nuestro pueblo, las plazas y los lugares públicos se modifican: mandan a volar las bancas de granito que orgullosas ostentan el nombre de quien las donó y que tenían muchos años de cobijar sueños, romances y desvaríos y las sustituyen con otras de dudosa calidad artística y funcional; tal parece que alguien se empeña en desaparecer el Sabinas de las casas de piedra, sillar y adobe y techos de terrado, de los patios grandes, de las ventanas enrejadas con hierro forjado, en fin, de todo lo que simboliza el pasado del pueblo.
Los que nacimos en el primer tercio del siglo pasado orgullosos podemos decir: somos de los alumnos del viejo edificio de la Escuela Manuel M. García, somos de los que deambulamos por sus amplios corredores, somos lo que jugamos al trompo al balero y a las canicas en sus amplios espacios, somos los que disfrutamos los juegos mecánicos de la ola, el volantín y los columpios, somos de los que recibimos instrucción militar en sus patios enormes, somos aquellos cuyos nombres quedaron inscritos en los listados que se ocultaron en un recipiente, en los cimientos del monumento que se levanta en el centro de los edificios escolares, en memoria de su constructor, somos los que correteamos descalzos por las calles del pueblo jugando al atardecer: al bote volado y a los prisioneros, somos de los que nos bañamos en las cristalinas aguas que corrían por las acequias y calles empedradas del pueblo, somos de los que disfrutamos de la sombre refrescante de los arboledas enormes que formaban una gran bóveda en el Barrio del Aguacate, somos de los que recorrimos todos los baños que se formaban en los recovecos del río, somos de los que hacíamos caldo de pescado con lo que lográbamos atrapar con el sedal y el anzuelo en las aguas refrescantes del río Sabinas, somos de los comimos elotes asados de los temporales y labores de los que estaba lleno el pueblo, somos de los que disfrutamos la presencia de los hatos enormes de cabras que bajaban a tomar agua al río, somos de los que vimos correr como en la películas del Oeste, por las calles del pueblo, las manadas de ganado vacuno rumbo a los corrales del matadero, somos de los que comimos conejos, palomas o codornices asadas, que cazamos con la hulera, somos de los que fuimos a pié de día de campo con los Maestros y compañeros de la escuela al Ojo de Agua, somos de los que nos colgábamos como Tarzan, de las lianas de las parras silvestres que había en el bosque que rodeaba al manantial, somos de los que disfrutamos de los corrales, jacalitos y loterías que se formaban en la plaza en los días de kermés y que los hacían con jaras del río, somos de los que disfrutamos de las carreras de caballos que se hacían por la calle Jiménez al norte de la población, somos de los que presenciamos las peleas de gallos que se hacían en un palenque que funcionaba en el local que después ocupó la Sociedad Mutualista, somos de los que acudimos a la plaza de toros que funcionó en la esquina de Mina y Niños Héroes, somos de los que gozamos las series del capitán maravilla en el Cine Olimpia, somos de los que en la galería del Cine Baldazo, echamos gritos de emoción por las peleas de los actores en las películas mexicanas, somos de los que escuchamos tocar la Banda de Música que daba serenatas en el Kiosco de la plaza, somos de los que escuchamos los fogosos discursos patrióticos pronunciados por elocuentes ciudadanos del pueblo, somos de los que escuchamos al amanecer de un día patrio: los cohetes y las campanas que anunciaban que era un día de fiesta nacional, somos de los que fuimos a la carretera nacional como niños de la escuela a darles la bienvenida a los sobrevivientes de los barcos petroleros El Potrero del Llano y la Faja de Oro que fueron hundidos por los alemanes y obligaron a México a entrar a la Segunda Guerra Mundial, somos de los que fuimos a la Presidencia Municipal a desgranar el maíz que cubría la cuota que se le vendía a cada familia porque en el pueblo no había grano, somos de los que nos alumbramos con lámparas de petróleo y que hicimos la tarea de la secundaria a la luz de un quinqué, somos de los que disfrutamos de las cañas, la miel y los piloncillos de las moliendas de cañas de azúcar del pueblo, en fin somos lo que vimos salir a nuestro pueblo de su etapa agrícola y ganadera y convertirse en un polo de desarrollo, dejando en el pasado todo lo bueno que hicieron sus habitantes y sustituyendo con una transformación materialista y poco espiritual que lleva al mundo por el camino de la civilización tecnológica.
Somos los afortunados que hemos vivido las etapas maravillosas de la transformación de la Cara Aldea, que tanto ponderó el Maestro Francisco J. Montemayor.
Santos Noé