De esos memorables Torneos de Pesca Deportiva del Club “Juárez”, A.C., verificados en las flamantes instalaciones deportivas, se recoge el siguiente caso insólito y que con muchos afanes y problemas, legales y no legales, mucho deberá reconocerse algún día, tanto por la Autoridad Municipal, como por los amantes a la pesca deportiva como también por los mismos socios del citado Club a: Estolio Villarreal Chapa, Horacio R. Cavazos Flores, Saturnino Leal Guzmán Jr., Gilberto Guadiana Garza, Benito López Valadez, Celso Santos Garza, Refugio Maldonado Vedía, y muchos más, que con su visión futurista, hasta dejaron espacio para la Carretera, que algún día se construiría (y se construyó) aunque ello redujera, el terreno que gentilmente vendió la familia Morales Elizondo de Sombreretillo, para que allí se construyeran instalaciones que fomentaron la pesca deportiva, eventos afines, etc. También deberá reconocerse la intervención del Profr. Javier Arturo Solís Montemayor, como Presidente Municipal en el bienio 1972-1973 para la adquisición de dicho inmueble.
Volviendo al tema, y ya la noche del sábado anterior a la Semana Santa de 1975, más o menos, algunos pescadores ávidos de consumir bebidas que refrescaran y amortiguaran el candente sol de la tarde y que a veces, era festejar prematuramente, la posición lograda y anotada en el verde pizarrón, que nunca faltaba y que con un protocolo, casi desmedido, daba idea como santo y seña de los pormenores del evento y otros, los más, hacían brindis, porque el domingo les fuera bien o mejor. (A veces les iba peor, pero eso no importaba).
Pasada la media noche del equipo de la lancha “Cine Olimpia”, (de 16 pies de largo, 40 caballos de fuerza, color blanco, motor Mercury) encabezado por el gran pescador de agua dulce y a veces de agua salada: Sr. Horacio R. Cavazos Flores, Eloy Molina, Lauro Chavarría, Jesús Baldaza “La Lechuza” y excelente nadador, José Luis Camacho “El Chirrín, Leopoldo Cavazos Ramón “Polín”, José Lozano “Paché”, Omar Tamez “El Caliche” y Emilio Hernández “Milín”, otro excelente nadador, que en una ocasión en Sombreretillo salvaba la vida de dos pescadores, quien después del tremendo susto veían a “Milín” atónitos ya que no los conocían y no podían creer que les hubiera salvado la vida. (Y faltaba que lo vieran jugando softbol, con la hulera, pescando con la mano, como quiera dijera todo un deportista, en la más fina expresión). Para ejemplo de muchos. (Todos grandes pescadores, pero de agua dulce). Eso sí, todos alumnos de Horacio y cualquiera es un excelente “Chef”.
Horacio del Océano Pacífico, logró capturar un enorme pez vela de 65 kilos en Mazatlán, que según se publicara en “Semana Regional”, años después (1978) y que le valiera como encabezado “El viejo y el mar”) como émulo del gran pescador del libro hecho película. (En Tampico, Tamps., capturó un sábado de 65 kilos en 1992. En un Torneo de 3 días de pesca de día y de noche. Hasta 5 kilómetros mar adentro).
Tenían muy ensayado el acto siguiente: Horacio “Lacho”, intempestivamente y sin decir “agua va”, empezaba a gritar como “Tarzán” y el de la película, (que en la década del 40, hacía las delicias de los asistentes al cine Olimpia y al Teatro Baldazo), lo repetían el ¡Ah, ah, ah! Varias veces, luego decía:
-Tarzán, llamando a Chita, Tarzán, llamando a Chita: (que era representado dignamente por José Luis Camacho “Chirrín”).
Y se dejaba venir, imitando a Chita en sus movimientos, casi en 4 extremidades y como que hasta “cola” traía y al llegar frente a “Tarzán”, pegaba tremendo salto y se abrazaba del apuesto “Tarzán”, sin dejar de chiflar como el mono, fijaba las piernas a la altura de la cintura y los brazos se colgaban del cuello y aquello, era la locura en la obscuridad de la noche, pero iluminada, por la electricidad y la risa hilarante de los improvisados espectadores.
Aquella actuación, se repetía con cierta frecuencia. Y como siempre va el cántaro al agua, hasta que se quiebra, en una de tantas, en que “Tarzán” llamaba a Chita y Chita andaba por ahí y no podía venir, Leonel Arturo Ruiz Reséndez, ni tardo ni perezoso, se puso a imitar a Chita y lo hacia mejor. Pegó descomunal brinco para abrazarlo, como veía a la “Chita” verdadera, era esta nueva Chita pesaba como tes tantos más, y al caer sobre “Tarzán”, “Tarzán” no aguantó el tremendo peso de la Chita nueva y lo hizo rodar terreno abajo y sobre el peñascal.
Ya cuando se repuso “Tarzán” y se levantó como pudo, todo mareado, alcanzó a decir:
– Chita zonza, ya mero descalabras a “Tarzán”.
Ni que decir, que la “ralea” presente, reía a carcajadas, que hasta a los que estaban dormidos los despertó y preguntaban. ¿Qué, qué había pasado?
Nuevamente, las palabras salían sobrando.