Y como también en San Juan hace aire, aunque no conviene recordar, por lo peligroso del nefasto suceso, se sugiere a los que organizan eventos deportivos atléticos, que en el lanzamiento de jabalina, bala y disco haya la mayor cantidad posible.
En la hora del descanso, una mañana por cierto, el Profr. Benito López Valadez, practicaba con los alumnos en el mes de marzo o abril de 1966, en el campo de fútbol de la Escuela Secundaria Profr. “Antonio Solís”, el siempre peligroso, lanzamiento de jabalina para varones y con peso de 800 gramos,
Había que ganarle tiempo al tiempo y estar preparando para los eventos deportivos que vinieran, se lanzaba de norte a sur, y a ojo de pájaro, (por la corpulencia de los alumnos, la altura, lo fuerte que se veían a simple vista, por los brazos atléticos y por lo que fuera, al alumno se le decía, tu puedes ser bueno para éste o aquel evento y a darle, como se dice ahora), se escogía quienes debían probar suerte, aunque cualquiera podría lanzarla pero no clavarla en el terreno, que es uno de los requisitos del lanzamiento, mientras los alumnos lanzaban, Benito se pasaba dando indicaciones rápidas a los lanzadores, no había tiempo para más y gritaba a los demás alumnos que estaban observando, que se quitaran, que no se atravesaran en el área de lanzamiento y cualquier otra indicación para evitar un siempre peligroso incidente, por la punta metálica de la jabalina. (En el tiempo que se lanzaba, como en Pamplona, los valientes calculaban el lanzamiento y dónde iría a caer la jabalina, por lo tanto; los valientes e intrépidos alumnos gustaban, algunos por cierto; “torear a la jabalina” y de improviso corrían al hacerse el lanzamiento y como que gozaban midiendo el lanzamiento y el peligro).
Y esta acción que se describe no iba a ser la excepción, hizo su disparo Genaro Chapa Ibarra, la jabalina voló por el aire caliente como siempre y allá por donde iba a caer la jabalina, se divisó a Simón Montemayor Vedía, que se atravesó y corría, pero fue alcanzado por el certero disparo de Genaro y ¡Zas! Logró atravesarlo arriba de la clavícula izquierda como unos diez centímetros. (Genaro cursaba 2º años y Simón 1º).
Y nuevamente, las palabras no fluyen para describir las acciones posteriores al lanzamiento. Todos aterrados por el suelo, después por no decir inmediatamente, se informó al Director de la Escuela y a llevarlo como se pudiera con el doctor, para su pronta atención médica. El lector podrá imaginarse fácilmente los incidentes con todo lujo de detalles.