De la pesca de peces con la mano, a la siguiente narración, (que por cierto ya mero no habría tal narración), un día “Pepo” y Benito, se separaron de la Palomilla del Aguacate, y se fueron a La Turbina a pescar.
Todo sucedía con mucha normalidad como siempre. (Buenos pescadores, sin ofender o hacer menos a los demás, pues cualquiera de la Palomilla, se aventaba para lo que fuera y en un robo de naranjas, a veces llenaban un costal de ixtle, cuando menos, allá por aca Cuala). Volviendo al tema de la pesca, cada uno, casi sin exagerar, en cada zambullida, aparecía con un bagre en la mano y lo mostraba orgulloso al compañero, y al mismo tiempo le decía: ¡Mira!
“Pepo”, se cansó de pescar y se fue a descansar a la orilla, (frente a la turbina), y desde allí observaba a Benito, que seguía pescando. Pero, había pasado, más de un minuto y Benito no salía, ya “Pepo” estaba esperándolo de pie y muy preocupado.
Allá abajo, Benito había tocado en las peñas de la Turbina, un bagre, pero la mano no cabía en la cueva. Como pudo, le dio vuelta a la muñeca y la mano alcanzó a tocar sólo la panza del bagre y por lo tanto; no lo podía pescar bien, menos sacarlo. Cuando ya se la “acabó el aire”, quiso sacar la mano y vinieron momentos de desesperación. Hizo lo posible y hasta lo imposible por sacar la mano y nada. Llegó un momento, en que se rindió y volvió nuevamente a tratar de sacar la mano. (No sin antes decir, que trató de sacar la cabeza del agua para respirar, sin éxito alguno). De seguro giró la muñeca, como había entrado y la mano quedó libre, como un rayo y a los pocos segundos, quedó tirado y desfallecido a la orilla, junto a “Pepo”, que le “cosía a preguntas”:
– ¿Qué pasó? ¿Por qué no salías?
Y otras más.
Y Benito, en ese rato, sólo trataba de “respirar”, ya después le contestaría con todo lujo de detalles.