Platicando con una conocida acerca del tema de moda, o sea, de las campañas políticas, me comentaba, casi en tono de queja, la forma en que éstas se están desarrollando.
Platicando con una conocida acerca del tema de moda, o sea, de las campañas políticas, me comentaba, casi en tono de queja, la forma en que éstas se están desarrollando.
Con un comentario se refería a todas las cosas que se hacen y se dicen y que están convirtiendo dichas campañas en las más sucias, según su percepción, de que ella tenga memoria.
En realidad, la táctica de descalificar, desacreditar e insultar a los adversarios, sobre todo al que se considera más fuerte o mejor posicionado, no es nueva.
A lo mejor lo que han cambiado son los métodos o los medios utilizados en la llamada guerra sucia, pues, existiendo más y más modernos medios de comunicación, se han diversificado las formas de realizarlas, amén de que ahora hay mayor cobertura informativa y, por ende, estamos mejor informados.
Con todo y eso, uno esperaría que estos procesos fueran más civilizados, y aunque en algo han cambiado, pues en otros tiempos, según cuentan, salían a relucir, hasta armas de fuego, lo cierto es que, fuera de eso, las campañas siguen siendo manchadas por todo lo que se dice y por acciones tales como la destrucción o robo de publicidad, entre otras.
Y aunque no es justo ni correcto generalizar, pues debe haber candidatos que desean y buscan llevar las cosas en paz (hasta donde ello es posible) y conducirse por los cauces debidos, siempre existe el riesgo de ser arrastrado por la corriente y caer en esa dinámica tan negativa que, combinada con algunos amarres y/o sociedades, en ocasiones es la que da mejores resultados.