Luego de intensas negociaciones y de mucho estira y afloja, finalmente el Presidente Felipe Calderón Hinojosa acudió el 1 de septiembre a la Cámara de Diputados a entregar el primer informe de su gestión, formato que podría repetirse, con algunas modificaciones, en ocasiones similares durante lo que resta del sexenio.
Por cierto, durante el evento ocurrió algo muy raro, pues casualmente, el mensaje de la Presidenta del Congreso, la perredista, Ruth Zavaleta, no se transmitió por televisión en cadena nacional como el resto de la ceremonia.
La supuesta falla técnica, como la catalogó el Secretario de Gobernación, pareció más bien una censura o un atentado a la libre expresión, similar a lo que ocurre en una dictadura tipo Castro o Hugo Chávez, a quienes tanto critican los panistas.
Al día siguiente de dicha ceremonia hubo elecciones en Veracruz, en las cuales arrasó el PRI, que volvió por sus fueros luego de la paliza que le propinaron tres años antes en dicha entidad.
El dirigente panista de aquel Estado se dijo sorprendido por los resultados, mismos que catalogó de ilógicos en vista de lo ocurrido en la anterior elección.
La respuesta es simple, pues actualmente no tiene nada de raro la alternancia, y ya hemos visto que la ciudadanía cambia de opinión de una elección a otra, como ya sucedió aquí en Nuevo León.
Por otro lado, los panistas veracruzanos, con el apoyo del dirigente nacional, Manuel Espino, de inmediato anunciaron que impugnarían el proceso buscando su anulación por considerar que hubo fraude, amén de quejarse por la intervención indebida del Gobernador, Fidel Herrera, habiendo llevado su protesta hasta la mismísima Cámara de Diputados.
Si nos fijamos, vemos que esto es semejante a lo ocurrido en la elección presidencial del 2006, en la que Vicente Fox se inmiscuyó abiertamente y el PRD se quejó de fraude, debido a lo cual a López Obrador le han llovido críticas, particularmente de los panistas.
No cabe duda: lo que duele, duele.
