El primer domingo del presente mes de julio hubo elecciones en los Estados de Chihuahua, Durango y Zacatecas, en los cuales, para variar, sigue dándose la alternancia, teniendo como principal protagonista al PRI, al PAN y al PRD.
En mayor o menor grado, estos tres partidos son los que se reparten el queso en dichas entidades, donde, al igual que en muchos otros Estados del País, la alternancia se ha vuelto algo común.
Dicha situación tiene su lado bueno, pues se supone que quienes lleguen al poder se preocupen por realizar una buena labor, que le atraiga simpatías y adeptos a su respectivo partido.
Si así fuera, esto daría lugar a que los ciudadanos tuvieran una idea más exacta de lo que pueden esperar de tal o cual candidato de acuerdo al partido que lo postule.
Lo cierto es que, ya en los hechos, las cosas no son tan simples como para asegurar que todos los miembros de equis partido son corruptos, y que los de aquel otro son violentos, mientras que en este otro hay pura gente honesta e incapaz de hacer algo indebido.
Y es que la alternancia también acabó con algunos mitos, pues ya quedó claro que en todas partes se cuecen habas.
Al respecto, se ha visto que a cualquier nivel de gobierno existen vicios y se dan ciertas prácticas como pueden ser presupuestos inflados, concursos arreglados, proveedores favoritos, autocompras, autoconsumos, tráfico de influencias, sueltos altísimos, realización de obras no prioritarias y de puro relumbrón, negativas de apoyos por cuestiones políticas, cacería de brujas, etc.
Así las cosas, lo cierto es que, sin importar el partido al que pertenezcan, en cualquier administración existen gentes amnésicas, corruptas, deshonestas, cínicas y rolleras.