Hace algunos años, cuando el PRI era el mandón de costa a costa y de frontera a frontera, ya se veían signos de inconformidad y se daba los pataleos entre sus miembros cuando no eran tomados en cuenta para contender en pos de algún cargo de elección.
Pero como los cargos no eran tantos con relación a la membresía priísta, era obvio que muchos se quedaban vestidos y alborotados, y aunque patalearan y gritaran finalmente caían donde mismo.
Y es que en aquel entonces, ser candidato del tricolor prácticamente garantizaba llegar a ocupar el cargo para el cual se era nominado, pues otros partidos que participaban en las elecciones lo hacían casi por mero trámite, aunque, de vez en cuando alguno les daba un susto.
Pero lo que tenía que pasar, está pasando, y así, la hegemonía tricolor ha ido a la baja, mientras que otros partidos, particularmente el PAN y el PRD, han logrado avances muy notorios.
Así las cosas, de un tiempo a la fecha, pero sobre todo a partir del 2000, se ha incrementado el número de ciudadanos que han buscado cobijo en éstos y en otros partidos, principalmente porque en ellos han visto la oportunidad de llegar a ocupar un cargo de elección, o, de perdido, a nivel administrativo.
Y aunque la “emigración” más fuerte ha sido del PRI hacia otros partidos, el fenómeno también se ha dado a la inversa, aunque en menor grado.
Con ello ha cobrado auge los chaqueteros o chapulines, que cambian de partido como cambiar de camisa con tal de colmar sus ansias de poder.