El triunfo de la priísta Ivonne Ortega en Yucatán demuestra que el PRI continúa vivito y coleando, y que sigue contando con la estructura y la capacidad necesaria para participar, con probabilidades de éxito, en cualquier proceso eleccionario.
En esta elección, al igual que le ocurrió a Felipe Calderón con López Obrador, la candidata del tricolor arrancó con una desventaja de 20 puntos porventuales en relación con el candidato panista, Xavier Abreu, misma que se fue desvaneciendo conforme transcurría la campaña, habiendo logrado el triunfo con una amplia e indiscutible diferencia.
Cabe señalar que en este proceso realizado en la tierra del faisán y del venado, también hubo quejas de guerra sucia y denuncias por la participación de mapaches electorales, incluso importados de otras entidades.
Otra irregularidad, según informaron los medios, fue la indebida actuación del dirigente nacional del PAN, Manuel Espino, quien, antes de cerrarse las votaciones, en un franco madruguete y con el ánimo de crear confusión entre la ciudadanía, declaró ganador al candidato albiazul, en base, según dijo, a encuestas de salida muy confiables.
Tras su amargo despertar, Espino exigió a Los Pinos respeto y coordinación con la dirigencia para encarar los procesos electorales que se avecinan; ésto, luego de haberse quejado por el envío de operadores que no se coordinan con la dirigencia que él encabeza.
Así las cosas, aunque Espino llamó a Calderón Presidente demócrata y descartó que hubiera tenido injerencia en el proceso yucateco, con su queja por el asunto de los operadores políticos, dio a entender todo lo contrario, pues es innegable que a ese nivel, todo cuanto se haga debe contar con el visto bueno del Presidente.
En resumen, este episodio también forma parte del interescuadras panista que encabeza el Presidente Felipe Calderón y Manuel Espino.