Dicen que los niños son como una esponja, capaces de absorber todo, bueno y malo, de ahí la importancia que revisten las enseñanzas y valores que se les inculquen desde que tienen uso de razón.
En este sentido, durante sus primeros años de vida juegan un papel invaluable los padres, complementado por los maestros en cuanto los niños pisan una escuela, y por ser los primeros extraños con quienes los infantes conviven durante más tiempo fuera del entorno familiar, adquieren relevancia los ejemplos y enseñanzas que éstos les imparten en las aulas.
Así las cosas, es obvio que tanto los padres como los maestros influyen en el comportamiento futuro de los niños, quienes pueden ver como normal tal o cual forma de ser, actuar, vestir, hablar, etc., y tomarlo como un modelo digno de imitar, aunque desgraciadamente no siempre sea así.
Y aunque pueda parecer un contrasentido, alguien con muchos conocimientos, inclusive a nivel profesional, puede no ser una persona educada, lo que pone de manifiesto que, a la par de las cuestiones académicas, también deben inculcarse y cultivarse valores como la honestidad, la humildad, el respeto, la disciplina, la responsabilidad, la tolerancia, etc.
Hay quienes dicen que, en gran medida, la falta de estos y otros valores tiene mucho que ver en el deterioro moral que estamos padeciendo a nivel comunitario.
Con estas líneas envío un respetuoso saludo a los Maestros, que festejaron su día este 15 de mayo, particularmente a mi estimado Maestro, José Martínez Montemayor, con mis mejores deseos para que Dios lo siga conservando pleno de salud.