Dicen por ahí que es más probable que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al cielo.
Tal vez ello explica la proclividad del Obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, a rodearse y convivir con pura gente de la alta sociedad, donde se incluyen empresarios, Secretarios de Estado, Gobernadores y políticos en general.
Puede pensarse que, en su infinita bondad, lo que el jerarca católico busca con ello es brindar consuelo a quienes, por su holgada situación económica les será más difícil ascender al paraíso, aunque ya lo disfruten aquí en la tierra.
Viene esto a colación por la nota periodística que dio cuenta del festejo organizado por el prelado con motivo de su cumpleaños 70, mismo que fue amenizado por un grupo flamenco y un mariachi, y durante el cual se sirvió crema de alcachofa, lonja de salmón, tartaletas de frutas, vino blanco, vino tinto y tequila, de todo lo cual disfrutaron sus 450 invitados.
En si discurso, según lo refirió la misma nota, el Obispo “agradeció a los amores en que se resume su vida: Dios, los pobres, su madre, la Patria y los amigos”, aunque los mencionados en segundo lugar brillaron por su ausencia en el festejo, a no ser por los meseros y otras personas que acudieron a realizar alguna labor en el evento.
Esto nos recuerda a los malos políticos, que sólo se acuerdan de los pobres en sus discursos, ante quienes se presentan fingiendo generosidad y humildad, aunque sólo sea de dientes para afuera.
Y si esto es criticable en un político, lo es más si dicha actitud la asume quien se supone más obligado a observar una conducta acorde a las enseñanzas de Jesús, quien predicó, no sólo con su palabra, sino con su ejemplo de humildad, nada parecido al estilo de vida y comportamiento de algunos jerarcas religiosos de la actualidad, como el Obispo en cuestión, que se asemeja más al que disfrutaban los Emperadores romanos o los faraones en su época.