“Palabras, tan sólo palabras”, es un fragmento de la letra de una canción que puede aplicarse a los políticos cuando hacen campaña, por aquello de las múltiples promesas que acostumbran hacer cuando andan en busca de adhesiones y votos.
Durante sus campañas, candidatos de todos los colores a los diversos puestos de elección son capaces de todo y hacen promesas a diestra y siniestra, sin importar su viabilidad, con tal de lograr sus fines.
Concretándose a los candidatos a Alcalde, las promesas van desde lo más común, que es la realización de obras e introducción de servicios, pasando por ofrecimiento de becas escolares, e incluso apoyos o ayudas personales.
Desde luego, no faltan las promesas de crear fuentes de empleo, pasando por la promesa de combatir la inseguridad y la corrupción, sin faltar el ofrecimiento de cuentas claras y transparentes, y, lo más socorrido, prometer que su gestión será de puertas abiertas y que siempre estará disponible para recibir y atender a cualquier ciudadano.
Pero del dicho al hecho hay gran trecho, y ya convertido en funcionario, aquel candidato tan saludador, sonriente y amable, sufre una metamorfosis y se vuelve casi inaccesible para la gente que desea que el Alcalde los atienda y los escuche personalmente, como cuando andaba en campaña.
Y entonces surge el desencanto y la desilusión entre la ciudadanía, cosa que no parece importarle a quien ya logró su objetivo.
Ante esto, los ciudadanos debemos procurar ser más analíticos y menos inocentes y confiados, y reconocer que no basta el carisma para llegar a ser un buen alcalde, pues, como se dice por ahí, no cualquier moca hace un litro.