Una vez que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación declaró Presidente electo a Felipe Calderón Hinojosa se confirmó algo que se ha venido repitiendo hasta la saciedad, y que tiene que ver con la indebida intromisión del Presidente Vicente Fox en la contienda presidencial en apoyo al abanderado panista.
Sobre el particular, hubo quien me cuestionó que en esta columna me refiera a dicha situación, pero es que la intromisión fue tan obvia que sólo alguien muy inocente, o muy cínico, podría negarlo, y de pilón, decir que había dolo en señalar algo tan claro.
Volviendo al principio, en el dictamen del Trife quedó de manifiesto que la injerencia del Presidente Fox “constituye la mayor irregularidad detectada durante el desarrollo del proceso electoral”, y también se censuró la intervención del Consejo Coordinador Empresarial.
Antes de la declaratoria oficial, dichas irregularidades habían sido cínicamente negadas por sus principales actores y sus correligionarios, que nunca reconocieron su indebida participación en la elección presidencial y continúan montados en su macho.
Irónicamente, con el dictamen del Trife también salió a la luz que, más que Andrés Manuel López Obrador, fue el Presidente Fox quien supuso el mayor peligro en el triunfo de Calderón, pues su intervención en la campaña puso en riesgo la validez de la elección presidencial.
Es cierto que durante su gestión el Presidente Fox ha realizado cosas buenas (al fin y al cabo para eso se le eligió), pero también ha sido tan obvio su afán protagónico, así como las ocurrencias y barbaridades que ha dicho y hecho a lo largo de su sexenio, que en realidad no debería de extrañar una más, pues éste ha sido el sello característico de su Gobierno.