Una vez transcurrida la jornada electoral del pasado 2 de julio, con el resultado de la elección presidencial aún pendiente, sería muy conveniente que se fuera viendo todo lo que tenga que ver con una reforma electoral que contemple las inquietudes manifestadas por la ciudadanía en este rubro.
Entre otras cosas, está pendiente lo de las pre campañas y las campañas, las cuales deben reglamentarse a fin de acortar su duración, al igual que los gastos en las mismas, pues resulta ofensivo lo que actualmente se derrocha en ellas.
Otra cuestión que se ha criticado mucho tiene que ver con el llamado chapulineo, pues lo ideal sería que de Senadores para abajo, pasando por Diputados, Gobernadores, Alcaldes, Regidores y Síndicos, queden impedidos por ley para buscar otro cargo de elección mientras no concluyan el periodo para el cual fueron electos, aún cuando se separen del cargo.
También está lo de la sucesión, particularmente en el caso de Alcaldes, pues no debe permitirse que al concluir su encargo puedan ser relevados por un familiar directo, donde pueden incluirse el o la cónyuge, los padres e hijos y los hermanos, para evitar que los municipios se conviertan en cotos familiares, dando pie al nefasto caciquismo.
En este renglón también se requiere una reforma a fin de que, tras concluir su mandato, un Alcalde no pueda volver a serlo hasta en tanto no transcurran seis o nueve años, cuando menos.
Falta poco para que tomen posesión los integrantes de la nueva Legislatura local; esperemos que se pongan las pilas y le entren a estos asuntos, actuando como auténticos representantes populares y pensando en el bien común y no en la exclusiva conveniencia de la clase política, entre la que se encuentran ellos.