De los resultados que arrojó el más reciente proceso eleccionario, particularmente la contienda presidencial, pueden sacarse algunas conclusiones, cuya lectura seguramente ya captaron los principales partidos y actores políticos.
Obviamente no basta que entiendan el mensaje, sino que actúen en consecuencia, y ello vale para ganadores y perdedores.
En lo que respecta al PAN, el hecho de que dos tercio sde quienes acudieron a las urnas hayan votado por una opción diferente, significa que existe inconformidad en un segmento muy amplio de la población, que ya no siente lo duro sino lo tupido, y que de esta manera está diciendo que anhela un cambio que se refleje positivamente en su economía familiar con la esperanza de un futuro más promisorio.
En cuanto al PRD, al igual que en el caso anterior, dos tercios de los votantes manifestaron en las urnas su temor, corroborando el éxito de una bien orquestada campaña en contra de su candidato, dejando en claro, a la vez, que la ciudadanía rechala la violencia y desea seguir viviendo en paz.
En lo que corresponde al PRI, quedó de manifiesto el rechazo mayoritario a una Candidatura caprichosamente lograda, que no contaba con el franco respaldo ni de sus propios compañeros de partido. Es obvio que el tricolor requiere una limpieza interna y una serie de cambios que lo pongan en la ruta correcta. Bien utilizada, su posición como fiel de la balanza durante el siguiente sexenio puede ser un buen inicio.
En resumen, esta elección nos dice que un tercio de la población está satisfecha con el actual estado de las cosas, mientras dos tercios están en contra y desean un nuevo proyecto de nación, algo que deberá tomar muy en cuenta el próximo Jefe del Ejecutivo Federal a fin de trocar la justa inconformidad de millones de mexicanos por su actual situación, en bienestar mediante un cambio positivo en su entorno familiar y laboral.