Al momento de escribir esta columna -lunes 3 de julio-, el panorama en cuanto a la elección presidencial era de incertidumbre, pues tal y como se había anticipado desde que inició la contienda, ésta resultó muy reñida, con dos de los contendientes peleando, palmo a palmo, el triunfo.
A las once de la noche del domingo 2 de julio el presidente del IFE anunció que, debido al margen tan estrecho entre Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón Hinojosa, no era posible dar a conocer al triunfador, por lo que tendrían que esperar hasta el cómputo que se haría a partir del miércoles 5 en los Consejos Distritales distribuidos en todo el país.
Probablemente para cuando este número de "Semana Regional" salga a la luz ya se tenga el resultado oficial y sepamos quien encabezará el Ejecutivo Federal durante los próximos seis años, que empezarán a contar el 1 de diciembre.
Independientemente de quien resulte ganador, el futuro Presidente de la República deberá tener como principal prioridad realizar la operación cicatiz, tomando en cuenta que dos tercios de la población no votaron por él, y tender puentes que le permitan, o faciliten gobernar y poner en marcha todos sus proyectos en bien de la Nación, pero sin caer en el error de, por un lado llamar a la unidad y el diálogo, y por otro, insultar y criticar a los otros actores políticos, como ha sido la tónica en este sexenio.
Otra cosa a destacar de esta elección es que el PRI sigue de capa caída, pues no pudo recuperar ninguna de las gubernaturas que estuvieron en juego y además cayó el tercer lugar en la conformación de ambas Cámaras.
Al igual que el País, el tricolor necesita una fuente sacudida y un verdadero cambio, debiendo poner especial énfasis en la selección o designación de sus candidatos.
Falta ver si tienen la voluntad, la sensibilidad, la inteligencia, las agallas, y, sobre todo, la humildad para reconocer que les urge ponerse las pilas y empezar de inmediato una labor de limpieza a fondo que les permita enderezar el rumbo.
¿Se atreverán?