Profr. y Lic. Héctor Mario Treviño Villarreal

¡Ratas en la iglesia!

Vallecillo

Profr. y Lic. Héctor Mario Treviño VillarrealLa mañana del 25 de abril de 1821, una grave noticia que movió al pueblo, al grado que todo mundo suspendió sus actividades cotidianas y se dio cita en la casa del alcalde José Francisco Ramírez, exigiéndole justicia.

La multitud enfurecida, armada con palos e instrumentos de trabajo, recorrió toda la población y sus alrededores en busca de los responsables.

El munícipe salió sorprendido, inmediatamente le contaron los hechos, alguien se introdujo a la iglesia a robar y se llevó prácticamente todo.

A medio día, los trabajadores de las minas, empezaron a llegar a la comunidad, la indignación fue tan grande que el real se paralizó totalmente.

La autoridad utilizó todos los medios a su alcance para convencer al gentío de que volvieran a sus labores, sin embargo, no logró su objetivo; pronto llegaron reportes de violencia en las cercanías, la muchedumbre haciéndose justicia de propia mano, se encaminó al jacal de un sospechoso, era un hombre con antecedentes, encarcelado por robar la casa de su patrón años antes, llamado José Arredondo.

Lo sacaron por la fuerza y le dieron una tremenda golpiza dejándolo moribundo, mientras otros se encargaron de quemar su vivienda y todos sus valores, su familia milagrosamente logró escapar.

Al llegar los soldados del destacamento, lo encontraron amarrado de un árbol, aún con vida. No hicieron nada por ayudarlo, al contrario, algunos se acercaron sólo para golpearlo y escupirlo.

Más tarde, por orden del jefe militar, fue atendido, se informó que su recuperación tardaría varios meses.

Unos vaqueros afirmaron que lo vieron trabajando en un rancho cercano al río Salado, durante el día y la noche en que fue saqueada la iglesia, por lo que se concluyó que era inocente.

Después de calmar a los vecinos y detener a los responsables de la agresión, la autoridad, el jefe militar y el cura del real, tomaron nota de los objetos y valores faltantes.

Los ladrones rompieron una verja de la ventana y sustrajeron las alhajas siguientes:

  1. El relicario de San Carlos de Borromeo, patrono del lugar.

  2. Nueve hilos de perlas finas de María Santísima de los Dolores.

  3. Un hilo de oro de la divina señora.

  4. Unos pendientes de oro, con piedras preciosas.

  5. El hostiario de plata.

  6. Un relicario grande de oro.

  7. La concha de bautizar de plata, con piedras preciosas incrustadas.

  8. Un platillo con el señor San José de bulto.

  9. Otro platillo con dos vinagreras de plata y una de cristal.

  10. El dinero del cepo.

  11. El cinto con que estaba atado el cáliz.

  12. Otras varias menudencias de la entidad.”i

Los soldados del destacamento se repartieron en el poblado e hicieron un registro casa por casa, así mismo, establecieron retenes en los caminos, a fin de atrapar a los amantes de lo ajeno.

Se procedió a la averiguación de supuestos autores y cómplices, sin conseguirse indicios contundentes. Días después se logró la aprehensión de dos forasteros, a los cuales se les encontró en sus morrales y petacas, parte de los objetos citados. Pero fue hasta el 7 de junio ese año, cuando se notificó a la superioridad sobre la causa formada contra Ceferina Cervantes y Juan José Morales, por el hurto perpetrado en la iglesia de la localidad; se mandó el oficio con el expediente respectivo, para que se hiciera lo conveniente sobre el particular.

Como los reos no tenían con que pagar los costos de un asesor y menos una multa, el vecindario se vio obligado a turnarse en la vigilancia, mientras se dictó la sentencia, pues la cárcel no servía. Tal situación provocó quejas, a raíz del abandono de trabajo resultante. Por otro lado, el resto de lo robado fue devuelto, sin faltar nada.

Los lugareños quedaron satisfechos, al revelar los culpables el escondite de las joyas, opinaron que debían dejar libre a la pareja, pues ya no tenía responsabilidad pecuniaria.

Nadie se preocupó por José Arredondo, el cual jamás pudo volver a caminar, por lo que su familia enfrentó infinidad de privaciones, viéndose en la necesidad de vivir de la caridad y pedir limosna.

i Archivo General del Estado de Nuevo León. Correspondencia de Alcaldes Primeros de Vallecillo. 1821.

Mario Treviño Villarreal
CIHR- UANL