Las cosas no marchaban bien y de una u otra forma, salían situaciones que impedían el despegue municipal. En el pueblo casi no había varones, pues muchos de ellos estaban sirviendo en el ejército, otros trabajaban en el tendido de las vías de ferrocarril en la ciudad de México o recorrían Texas con su tren de carros llevando o trayendo mercancías.
Una ocasión Ricardo Elizondo director de la biblioteca Cervantina del ITESM, me platicaba que los carreteros pasaban de contrabando el ganado mular a través de Corpus Christi, para llevarlos hasta La Habana, Cuba y éstos traían como pago, perlas y conchas marinas. Con ésto, se abrieron talleres domésticos en lo que se elaboraban botones para la ropa. Los hombres que se quedaron en el pueblo, ya sea por su avanzada o temprana edad laboraban en el cuidado de la caballada del gobierno del estado, servían en el destacamento de la guardia nacional o debían ejercer diversos oficios para sobrevivir. En ese entonces el ganado se trasladó hacia el Camaján, porque la sequía estaba diezmando a la actividad agropecuaria.
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