Como historiadores nuestra materia prima es el tiempo. Investigamos, identificamos causas, enlazamos acontecimientos y los justificamos en el devenir. Entendemos el tiempo como Cronos, como algo medible y contingente que rige el movimiento y por lo tanto es de naturaleza cuantitativa. También tenemos un tiempo más bien cualitativo. Es el tiempo conocido como Kairós. Es un concepto que trataron los filósofos griegos y en el cual representan un lapso indeterminado en que algo importante sucede. Hesíodo lo define como “todo lo que es mejor que algo”. En cambio Eurípides dice que es “el mejor guía en cualquier actividad humana”.
Sin embargo no se puede tener el significado exacto de Kairós y en consecuencia depende mucho del contexto y de lo oportuno. Regularmente no se le asocia con el tiempo, pero sí con la eficiencia y aparentemente siempre juega un papel decisivo en las situaciones imprevisibles e inusuales y es una condición necesaria para lograr el éxito en una empresa. Su significado literal es el momento adecuado u oportuno. Ya en la Edad Media se le asoció con el “tiempo de Dios”. Los conceptos cambian con las etapas y con las modas. No así los acontecimientos decisivos que marcan nuestras vidas. Por ejemplo, la palabra “Economía” (del griego oikos) originalmente designaba el proyecto salvífico divino para cada uno de nosotros. Hoy en día es la ciencia con la cual se satisfacen necesidades ilimitadas con recursos cada vez más limitados.
Como historiadores identificamos dos ámbitos: una historia de la humanidad y una historia sagrada entendida como el proceso en el cual Dios interviene en la vida de los hombres para salvarlos. San Agustín de Hipona no encuentra diferencias substanciales. En algún punto la trascendencia y la humanidad tienen un encuentro y éste se da en la historia. Y en consecuencia la historia es una parte constitutiva de la teología, la cual nos da una serie de relaciones entre el reino de Dios y el compromiso histórico. La edificación del reino de Dios tiene lugar a partir y en el interior de la historia humana en su totalidad.
La respuesta del hombre a la llamada de Dios se realiza en la historia a través de sus opciones y compromisos igualmente históricos. La fe lejos de llevarnos a otros campos de la historia, actúa como invitación a trasformar esa historia. El reino en plenitud no niega la historia. Lo que hace es eliminar su debilidad y ambigüedad para que pueda realizarse en plenitud el significado de la vida comunitaria de los seres humanos. El discernimiento para que la historia actúe inspirada en la fe, requiere la acción histórica de Dios la cual está contenida en la Biblia y se expresa en nociones como justicia, paz y juicio analítico. Dios está presente en la vida del ser humano en forma personal y colectiva y no hay historia que no sea narrada en su relación con la soberanía divina a través de una forma polémica. No es un acto abstracto o interpretación, es un anuncio y llamado que exigen una respuesta. Por eso hablamos de una dimensión social y política de la fe.
La Iglesia mantiene su base en un calendario lunar contrario al calendario solar que seguimos los humanos. Por ejemplo, la Semana Santa se fija a partir del primer plenilunio de primavera el cual ocurre antes del 21 de marzo. Se recortan 40 días y eso nos da el miércoles de ceniza. El calendario que rige a la Iglesia Católica concluye con la festividad de Cristo Rey, la cual tuvimos el pasado 24 de noviembre. Al siguiente domingo comienza un periodo que conocemos como Adviento, el cual es una etapa de preparación para celebrar la Navidad y comienza cuatro domingos antes de esta fiesta. Además con el primer domingo de Adviento comienza del año litúrgico católico. Este año 2013, comenzó el domingo 1 de diciembre y el último domingo de Adviento será el 22 de diciembre.
¿Y qué festejamos? La fiesta o la Pascua de la Encarnación; del Hijo de Dios hecho carne y a semejanza nuestra y que habitó entre nosotros. En consecuencia los valores y actitudes que deben imperar son la penitencia, la oración y el sacrificio. Pero de pronto los valores se invierten y queremos vivir el último mes del año con fiestas, comilonas, reuniones en donde predominan los excesos. Quienes tienen trabajo a Dios gracias, cuentan con recursos pues les dieron sus aguinaldos. Todo se quiere comprar y se fomenta el consumismo a través de las campañas tan repetitivas que nos llegan a través de los medios de comunicación. Recordemos que la Navidad comienza el 25 de diciembre y el color representativo del Adviento es el morado, que nos recuerda la penitencia, el sacrificio y la entrega a los demás. Vivamos las fiestas como un modo de preparación a la época navideña que nos muestra a Jesús, el Hijo del Padre Eterno encarnó en el vientre de una doncella virgen, que nació y se hizo como nosotros y luego murió y resucitó para enseñarnos en camino al Padre, a la felicidad y a la eternidad.
Esta temporada la representamos simbólicamente a través de la Corona de Adviento. Es circular y nos recuerda la eternidad divina que no tienen principio ni fin. Nos recuerda el tiempo de espera que se hace vigente con la segunda venida del Salvador. Está decorada con follaje verde como signo de la esperanza de la vida, como etapa de crecimiento espiritual y de gracia santificante. Sobresalen cuatro velas: tres moradas como señal de penitencia, ayuno y preparación. Una de color rosa que representa el gozo y la alegría pues la llegada de Cristo está muy cerca. Cada domingo se prende una veladora y se hace una reunión familiar. Esta tradición es muy antigua y procede de los pueblos de pastores que habitaban Alemania, Suiza y Polonia. Se tienen referencias de su práctica desde el siglo VI. Para algunos, la Corona de Adviento tiene que ver con la fiesta de Santa Lucía que se vive el 13 de diciembre. Esa corona tiene 12 veladoras que se encienden una por una hasta el día 25 de diciembre, la Natividad del Señor que se hizo carne y habitó entre nosotros.
La Navidad comienza el 25 de diciembre y termina el 6 de enero. Para los mexicanos comienza con el “Maratón de Guadalupe Reyes” entre el 12 de diciembre y el 6 de enero. Para quienes nos antecedieron, la etapa de Adviento y Navidad concluye el 2 de febrero, en la fiesta de la candelaria en la cual volvemos a hacer patente la profecía: “Nacerá el Sol que nace de los Alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en Sombra de Muerte”. Feliz Adviento y fiestas navideñas a todos Ustedes.
Discurso leído por el autor, durante la ceremonia conmemorativa de fin de año de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, A.C. en Monterrey.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina