En la columna “En Privado", publicada en Milenio el pasado 15 de mayo, Joaquín López Dóriga escribió acerca de los maestros que han hecho dela protesta algo cotidiano, y en uno de los párrafos cuestiona “en qué instante pasaron de ser realmente mentores a vándalos encapuchados capaces de salir a la calle con bombas molotov, armados con tubos y piedras a agredir a gente inocente…”.
Al final de su columna señaló: “Hoy, en el Día del Maestro, como desde hace tiempo, veo con preocupación este vuelco del elevado apostolado de los mentores, desplazado ahora por los intereses políticos y de grupo donde la violencia es método y la calle campo de batalla”.
Al respecto, podemos decir que, al igual que en cualquier oficio o profesión, dentro del magisterio también existen buenos y malos elementos, aunque, como también ocurre con frecuencia, son las acciones o hechos de éstos últimos los que alcanzan más notoriedad, y en contrapartida, lo que hacen los buenos elementos suele pasar desapercibido.
Pero, definitivamente, lo que sí preocupa y causa malestar entre la ciudadanía, es la actitud y el comportamiento de los “maestros”, que, con total impunidad, cometen delitos de diversa índole durante sus manifestaciones, con la consiguiente violación a los derechos de terceros, particularmente de los niños, que se quedan sin clases por obra y gracia de estos malos elementos, condenándolos a un futuro incierto.
A propósito, para concluir su columna, López Dóriga escribió: “Y no es que todo tiempo pasado haya sido mejor, pero muchos de los maestros sí lo fueron”.
A ellos, aunque un poco tarde, muchas felicidades y gracias por dignificar tan noble profesión.
Castellanos
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo